Volvemos a la Peña de Francia
Juan
Antonio Mateos Pérez
Ya
está Fray Juan José preparando la marcha a pie a la Peña de
Francia, además está, la convivencia final de la Escuela y de la
asociación de alumnos a finales de junio. Recordamos también, que el próximo 19 de mayo se celebra los 579 años de su aparición, como sabemos fue encontrada por el francés Simón Roland (o Simón Vela) en el año 1434. Es un espacio geográfico
para la meditación y el recogimiento espiritual. En esa cumbre donde
el sol parece estrellarse y el tiempo, como decía don Miguel, cae
hilo a hilo, gota a gota, como introduciéndose en uno mismo y en el
que permite abrirte a la meditación.
Son
muchas las obras publicadas sobre la Peña de Francia, cómo no
recordar la del el padre Alberto Colunga, Santuario
de la Peña de Francia,
donde después de un primer capítulo geográfico y toponímico,
dedicaba los siguientes capítulos a las imágenes del santuario, a
la historia del mismo, así como al culto de la imagen y su
coronación. La obra parte, como comenta en su prólogo del año
1933, preparando el quinto centenario de la fundación del monasterio
en el año 1434.
Del
año 1988, en la editorial de San Esteban, ya fuera de colección
está la obra Fernando Soria Heredia: El
santuario de nuestra Señora de la Peña de Francia.
En esta obra se cuenta no sólo la geografía y la historia del
santuario y del culto a la imagen, hace un recorrido por la Peña de
Francia, la leyenda y la literatura del siglo de oro, Unamuno y la
Peña de Francia, la Peña y los toreros, así como la coronación de
la imagen.
En
el año 1995, Jesús María Vázquez publica, La
Peña de Francia. El libro del peregrino, publicada
en la imprenta de Calatrava. Realiza no sólo una introducción
geográfica, también sociológica, para dedicar una segunda parte a
la peregrinación a la Peña de Francia. Comenta en su introducción
que no es un libro de historia, ni de geografía, ni una guía
turística, tampoco un devocionario. Es una antología de textos en
torno a la devoción de Santa María, en su advocación a la virgen
de la Peña, es un ramillete de sentimientos, penas, alegrías,
peticiones, etc.
En
el año 2002, el padre Espinel publicará una guía turística e
ilustrada en cuarenta y cuatro páginas, que quiere ser una
introducción para una primera visita al santuario. Su título será:
Peña de
Francia: Historia, peregrinos y paisajes, publicada
en la editorial San Esteban, aunque está fuera de colección, no
está agotado.
Al
año siguiente, aparecerá el libro más reciente que se ha escrito
sobre la Peña de Francia. Los autores son el Fr. Ángel Pérez
Casado y Fr. Alfredo Encinas Martín, Peña
de Francia: Historia, arte, entorno, publicado
también por la editorial San Esteban. Es un libro que está
destinado tanto para el turista, como el peregrino. Está organizado
en tres secciones, una primera será una guía artístico-
monumental,
donde se informa del origen histórico, y de cada uno de los
edificios del lugar. Una segunda, es una guía
histórico-religiosa, será
una historia del santuario, así como de sur servicios religiosos.
Por último, aparece una guía
medio –
ambiental, es
un estudio geográfico y ecológico del entorno, así como una serie
de rutas para disfrutar a pie, como caminante o peregrino.
Si
ya ha profundizado sobre la historia del Santuario, sobre el culto a
la Virgen o bien sobre los viajeros y visitantes, puede dedicarse a
la meditación y a la oración. Un libro de oraciones, un
evangeliario, es muy recomendable bien dentro de la iglesia o en
cualquiera de los miradores, bien sea el balcón del fraile, el de
Santiago o el mirador de Santo Domingo. Para ello es recomendable el
libro de José María Guervós Hoyos: Hoy
he llegado a ti...,
a la
Virgen de la Peña de Francia. Es
un libro de poemas dedicados a la Virgen y editado por la editorial
San Esteban en el año 2003:
¿Cómo
pagar tu viento y tu armonía?
¿Cómo
pagar tu noche sosegada?
¿Cómo
pagar la luz de tu alborada:
tus
limpias fuentes y tu sol que ardía...?
Bueno,
no será por libros, sino llegamos en la caminata a pie, o llegamos
agotados, pero por lo menos llegaremos ilustrados, a ese privilegiado
espacio del silencio como le gustaba llamarla a Unamuno, y en él
parecía oír, todo lo que la tierra calla. Unamuno no tomó la
angustia de Kierkegaard, la experimentó en su propio ser. Sabemos la
que sufrió en el año 1897, en la que se refugió en el convento de
San Esteban. Pero en 1921, la congoja le volvió a visitar en la
cumbre de Peña de Francia. Escribe que sediento contemplaba una vez
las espesuras del Zarzoso, y que la angustia era grande, no podía
contemplar con sosiego que la contemplación estética exige, creía
que se le pararía el corazón, o a cuajarse la sangre y de ahí
llegó a la angustia mora, religiosa, metafísica… Así Unamuno
comprendió el valor metafórico del paisaje, tal vez como el
místico, que se despoja del mundo y busca el silencio absoluto,
donde encontrará el todo en la nada, el saber en la ignorancia y lo
divino en la negación propia. La muerte, el vivir y pervivir, la
necesidad de lo eterno:
Méteme,
Padre Eterno, en tu pecho;
misterioso
hagar.
Dormiré,
que vengo deshecho
de
tanto bregar.
La belleza del santuario y su entorno, son inimaginables.
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