“Es tarea de los medios de
comunicación ampliar la información que el público tiene del mundo,
para lo cual ha de proporcionar informaciones contrastadas, opiniones
racionalmente fundadas, interpretaciones plausibles,
dejando lo más claro posible si se trata de información, opinión o
interpretación”
Adela Cortina
La
pastoral de la comunicación en red tendrá que tener un estilo
apostólico,…actuar localmente y pensar globalmente, …ser
interdisciplinar, respetando la subsidiariedad y al mismo tiempo
el rol que cada cristiano tiene en la Iglesia.
El pasado
domingo, se celebró en la Iglesia Católica la Jornada de las
Comunicaciones Sociales. Francisco, en su mensaje para la 51 jornada de
las Comunicaciones, hace una llamada a la esperanza y la
confianza en nuestro tiempo. Vivimos en la época del selfie, de la
incertidumbre y de la modernidad líquida, la
inseguridad aumenta por la situación política, social y económica en
muchos países, ahí están los conflictos lejanos que el terrorismo y la
violencia hacen cercanos y la llegada a nuestras fronteras
de inmigrantes y refugiados. Francisco insiste que es necesario
romper el círculo vicioso de la angustia y frenar la espiral del miedo,
fruto de esa costumbre de centrarse en las «malas noticias»
(guerras, terrorismo, escándalos y cualquier tipo de
frustración en el acontecer humano). No se trata de no informar de los
dramas de sufrimiento, sino superar ese sentimiento de disgusto y de
resignación que nos arroja a la apatía, generando miedos o dando la
impresión de que no se puede frenar el mal.
Esta Jornada y
la preocupación por la comunicación y la búsqueda de la verdad en la
información, tiene un largo recorrido en la Iglesia. El 4 diciembre de
1963, el Concilio Vaticano II promulgó el decreto
Inter Mirifica, considerado como una “magna carta” de la
comunicación social en la Iglesia. El decreto está ligado a fomentar la
evangelización desde los medios de comunicación, al derecho de cada
hombre de tener apertura a la información y, al mismo
tiempo, a la búsqueda de la Verdad. La Santa Sede, abrirá una oficina
para fomentar la búsqueda de la verdad desde la comunicación social,
invitando a las conferencias episcopales y diócesis a crear una comisión
de comunicación en sus estructuras. En este
contexto, se crea una Jornada dedicada a las Comunicaciones Sociales, la
única que nace por mandato directo del Concilio Vaticano II. El 28 de
septiembre de 1964, el Papa Pablo VI presidió la primera asamblea
plenaria de la naciente Pontificia Comisión de
las Comunicaciones Sociales, cuyos miembros eran algunos padres
conciliares.
La instrucción pastoral
Communio et Progressio (1971), está fundada sobre la libertad
personal y sostiene el derecho de cada individuo de expresar sus
opiniones con responsabilidad y subraya la dificultad de los medios para
concienciar de los graves problemas que incumben
a cada individuo y a la sociedad en general. El objetivo de las
comunicaciones sociales son, el progreso humano, la unidad, el diálogo,
el bien común y la búsqueda de la verdad, un deber del cual la Iglesia
no debe estar excluida.
Los años
ochenta, suponen un salto cualitativo en la información, a la radio,
televisión y prensa, se le añade la informatización, la nueva galaxia
internet se fue abriendo paso revolucionando las comunicaciones.
El fenómeno “multimedia” es la nueva realidad que se difunde
rápidamente, Adorno y Horkheimer, filósofos de la Escuela de Frankfurt,
introducen en la sociología el concepto de Industria Cultural. Desde el
Vaticano se quiere dar un nuevo impulso a las Comunicaciones
Sociales con la encíclica Sollicitudo rei socialis (1987), en
la que se concibe a los medios como instrumentos para la concordia
universal. En esta década la promoción de la Comisión Pontificia de
Comunicación, que en 1989 fue elevada al rango de
Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales. Este Consejo se
encargará de coordinar las transmisiones mundiales de las celebraciones
pontificias, pero se le confió la misión de suscitar y sostener
correctamente la acción de la Iglesia y de los fieles
en las distintas formas de la comunicación, acompañando a la prensa,
para que cumpla con su función y para difundir la doctrina de la
Iglesia.
Será en los
noventa, cuando la iglesia comienza a tener una nueva visión de los
medios de comunicación, abandona su visión instrumental y comienza a
considerarlos como una realidad fruto de una nueva
cultura. La nueva evangelización que propone Juan Pablo II, desarrollada
con la
Redemptoris Missio (1990), confirma a los medios de comunicación
como el primer areópago de la modernidad, reconociendo las posibilidades
ofrecidas por los modernos medios de comunicación que estaban llamados a
ser fuente de conocimiento, verdad y esperanza.
En aniversario de la Inter mirifica, el Pontificio Consejo emite la Instrucción Pastoral
Aetatis novae (1992), en donde se anima que la difusión de los
contenidos sean realizados a través de nuevas modalidades de
comunicación y que sean parte integrante de cada plan pastoral,
ofreciendo también criterios para la creación de oficinas de
comunicación en las conferencias episcopales y en las diócesis.
En la navidad de 1995, se produce el salto al mundo digital, se inaugura la página web del vaticano (www.vatican.va),
en la que se quieren difundir los textos y documentos pontificios. La
página ha ido cambiando y ampliando su estructura en paralelo al
desarrollo de las nuevas tecnologías digitales. La página web, se
completa con el Centro Televisivo Vaticano, que desde 1996,
ha documentado en vídeo y difundido por todo el mundo, los actos más
importantes de la Santa Sede. La entrada en el Tercer Milenio, supone
una nueva adaptación de los medios vaticanos al proceso de globalización
y brecha digital en los países más pobres, agitada
con la cultura posmoderna que no era capaz de definir el concepto de
verdad. En este sentido Benedicto XVI, aunque sigue los pasos de sus
predecesores, quiere dar más importancia a la esfera intelectual,
promocionando el ecumenismo y el diálogo con la cultura.
Pero será Francisco quien dará salto mediático al mundo globalizado, no
solo por la enorme resonancia de sus gestos comunicativos, sobre todo
por los fuertes cambios en la estructura de los medios del Vaticano,
creando en 2015 la Secretaría para la Comunicación.
Con esta nueva institución, la comunicación vaticana unificaba todos sus
medios y respondiendo con una amplia estructura al nuevo mundo
digitalizado.
La Iglesia se
enfrenta a nuevos retos, las tecnologías de la comunicación condicionan
y cambian constantemente la socialización, el aprendizaje e incluso la
vida espiritual de las personas. Esto supone
la necesidad de un cambio de mentalidad, para superar la visión
instrumentalista como elemento amplificador del mensaje evangelizador,
para buscar en la red nuevos espacios de diálogo y encuentro fraterno
con el hombre de hoy. El objetivo es ir más allá de
la página web, meramente informativa de las realidades parroquiales,
incluso más allá de un pastoral de sacramentalización, buscando unos
modelos más misioneros y de “Iglesia en salida”.
Se trata de
dar un paso más en la nueva era digital, el uso de la tecnología deberá
habilitar a los individuos para expresarse y colaborar con otros. Las
Unidades Pastorales y Parroquias, con las nuevas
tecnologías, no se reducen al ámbito territorial y social de la vieja
demarcación, colaboran con otras Parroquias o Instituciones buscando un
bien común, ya sea la justicia social, o promocionar valores de fe,
educativos, etc. Se trata de buscar un sentido
de continuidad en la vida, relacionarse con los demás, empezar a
mezclarse en el ámbito social. En este modelo parroquial es fundamental
la presencia del laicado, una fe vivida en fraternidad y en grupo,
experiencias fuera del ámbito parroquial, una concepción
de Iglesia en diálogo con la cultura y con la comunicación, un clima de
participación activa, y subrayar el ciberanuncio, experiencias de Dios
en el mundo real y en el virtual (que también es real). Quedarse atrás
en la tecnología será difícil evangelizar
a las nuevas generaciones, no se trata solo de tecnología, sino de una
forma de vida. El encuentro deberá ir de lo digital a lo real y de lo
real a lo digital. Aunque somos conscientes que no puede existir un
verdadero desarrollo espiritual y cristiano sin
un encuentro real con el otro, como nos recuerda continuamente
Francisco.
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