Si sembramos a lo
largo de nuestra vida semillas de paz, de justicia, de libertad, de
fraternidad, de amor, engrandeceremos, con nuestro ejemplo el espíritu de la
humanidad.
MIGUEL ÁNGEL MESA
BOUZAS
La paz es la tranquilidad
del orden… La paz es obra de la justicia
SAN AGUSTÍN
es esencial una
educación que expanda la capacidad de imaginar un mundo diferente. La
imaginación da el poder para actuar en favor del cambio social y para poner en
marcha aventuras pacíficas constructivas
ELISE BOULDING
Que el Señor te
bendiga y te proteja;
ilumine su rostro
sobre ti
y te conceda su
favor.
El Señor se fije en
ti
y te conceda la paz.
(Núm 6,22-26)
En primer lugar, desear a todos los lectores, un FELIZ AÑO
2020. Atiborrada nuestra mente de tantas cosas, informaciones, noticias,
trabajo, necesitamos momentos de silencio y de hondura, para estar con nosotros
mismos y llenar la despensa del corazón de propósitos renovados para el
nuevo año. No es fácil hacer cambios en nuestros hábitos o comportamientos,
estamos muy influidos por la “inconsistencia temporal”. No abordamos de
igual manera el presente que el futuro, pero sabemos que la renovación nos
ayuda a crecer, a madurar en nuestra existencia.
Es una buena práctica, antes de cualquier proyecto echar
la vista atrás para otear el camino recorrido, ver lo aprendido en
el año. En ese camino nos hemos reafirmado en los postulados para luchar por un
mundo mejor, en el descubrimiento de nuevos ideales, en seguir aprendiendo y
amando, a pesar de los errores, y, sobre todo, de no descuidar la memoria. Para
todo ello, es bueno dar gracias. Entendiendo la gratitud como una
actitud de humildad que sale del corazón, es un sentir admiración por lo sucede
cada día y sentir la alegría por el placer de vivir que asoma en cada esquina
de nuestra existencia. Gracias a Dios
por todo un año cargado de vida; gracias a todos los que me habéis
acompañado, visibles e invisibles y, también, por todos aquellos que no
están pero que no se han ido de mi corazón.
La gratitud no está exenta de perplejidades ante lo
cotidiano, ya que las encrucijadas de la pobreza, la injusticia, el
conflicto, la situación del paro, la necesidad y la exclusión, los inmigrantes,
refugiados y las guerras comprimen el ánimo. El deseo y búsqueda de un mundo
mejor para todos no siempre se ejerce desde la certeza sino también desde la
incertidumbre y la perplejidad. Pero
a pesar de nuestras perplejidades nada debe resbalar en nuestro corazón y hacer
frente a todo aquello que atente contra la dignidad. Para ello, es necesario el
agradecimiento ante lo aparentemente pequeño de cada día, también hacia todos
aquellos que nos acompañan y nos hacen un mundo más habitable.
Una vez agradecidos debemos buscar los mejores propósitos
para el nuevo año. Un año es más que el tiempo biológico, nuestras
cotidianidades están mezcladas con los grandes acontecimientos de un mundo cada
vez más globalizado. Un buen propósito para el año podría ser desplegar la creatividad y la solidaridad, para que se puedan romper los muros de la
indiferencia y ser sensibles al dolor ajeno. Son muchos los que sufren, con lo
que es necesario recuperar unas bases sólidas para comprender y compartir la
realidad de tantos.
Propondría otro propósito para el año, superar los miedos sociales y globales. Rebajar las incertidumbres
existenciales, sociales, económicas, políticas y establecer lazos de mayor hondura en la búsqueda de
sentido. No estaría mal, superar
todo tipo de exclusiones, principalmente de aquellos colectivos que no son
productivos o que no generan riqueza. No pueden quedar al margen de la
sociedad, como descarte o basura desechable, para ello hay que intentar y
luchar, para que todo tipo de fronteras y separaciones externas e internas, se
conviertan en puertas abiertas atravesadas por unos corazones abiertos
hacia los más necesitados, donde nuestros espacios comunes y sociales, sean
realmente una casa de todos y para todos.
También sería un
buen propósito, superar los
nacionalismos y fundamentalismos
que levantan fronteras imaginarias que con el tiempo se convierten en reales. Muros
que nos aíslan con la falsa idea que estamos más seguros y que son necesarios
para afianzar nuestra identidad. Armonizar lo global y lo local parece urgente, intentando
limitar los conflictos entre los dos ámbitos, siendo la cultura de la paz y
hospitalidad uno de los valores más necesarios.
Por último, un deseo de paz. Es uno de los dones más grandes
del ser humano. La guerra es el naufragio del bien, su crueldad, es lo
que ha obligado a millones de personas en situaciones extremas a salir de sus
casas con lo puesto, condenadas al destierro en tierra extraña, siendo
rechazados en su dignidad y desprotegidos por el derecho internacional.
En el último año, se han acentuado las tendencias separatistas
en numerosos países, incluso en los países más desarrollados, con un fuerte
aumento del nacionalismo y del conflicto. La ausencia de una autoridad
global, ha provocado que las guerras internas y transfronterizas han aumentado
desde la guerra fría. Sobre todo, las guerras de baja intensidad, no
convencionales o asimétricas, con pocos efectivos, pero con más intervenciones,
ampliándose los conflictos económicos, políticas y sociales.
Comenta Francisco en su mensaje para la Jornada
Mundial de la Paz de 2020, que la guerra
se nutre de la perversión de las relaciones, de las ambiciones hegemónicas, de los abusos de poder, del miedo al
otro y la diferencia vista como un obstáculo; y al mismo tiempo alimenta todo esto.
La paz y la estabilidad internacional son incompatibles con todo intento de fundarse sobre el miedo a la mutua destrucción o sobre una amenaza
de aniquilación total; sólo es posible desde una ética global de solidaridad y cooperación
al servicio de un futuro plasmado por la interdependencia y la
corresponsabilidad entre toda la familia humana de hoy y de mañana. El mundo no
necesita palabras vacías, sino testigos convencidos, artesanos de la paz abiertos al diálogo sin
exclusión ni manipulación. De
hecho, no se puede realmente alcanzar la paz a menos que haya un diálogo
convencido de hombres y mujeres que busquen la verdad más allá de las ideologías
y de las opiniones diferentes.
Para conseguir la
paz, hay que educar en la paz. Esta forma de educar, debería enseñarnos a
perder el miedo a la diferencia del otro, a tratar a las demás culturas en
igualdad de condiciones, vacunándonos de la tentación de imponer a los demás
aquellos modelos económicos, políticos, culturales y tecnológicos que no nos
conducen a la felicidad. Tenemos
la obligación moral de fomentar en nosotros como sociedad, en nuestros hijos,
en nuestros alumnos, la capacidad de
oponernos a muchas cosas que nos ofrecen como normales y cotidianas pero que generan violencia e injusticia. La paz, no es otra cosa que la síntesis de la libertad, la justicia y la armonía.
FELIZ AÑO, sobre
todo PAZ
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