jueves, 27 de julio de 2017

Iglesia y comunicación


“Es tarea de los medios de comunicación ampliar la información que el público tiene del mundo, para lo cual ha de proporcionar informaciones contrastadas, opiniones racionalmente fundadas, interpretaciones plausibles, dejando lo más claro posible si se trata de información, opinión o interpretación”
Adela Cortina
La pastoral de la comunicación en red tendrá que tener un estilo apostólico,…actuar localmente y pensar globalmente, …ser interdisciplinar, respetando la subsidiariedad y al mismo tiempo el rol que cada cristiano tiene en la Iglesia.  
Ariel Beramendi

 
El pasado domingo, se celebró en la Iglesia Católica la Jornada de las Comunicaciones Sociales. Francisco, en su mensaje para la 51 jornada de las Comunicaciones, hace una llamada a la esperanza y la confianza en nuestro tiempo. Vivimos en la época del selfie, de la incertidumbre y de la modernidad líquida, la inseguridad aumenta por la situación política, social y económica en muchos países, ahí están los conflictos lejanos que el terrorismo y la violencia hacen cercanos y la llegada a nuestras fronteras de inmigrantes y refugiados. Francisco insiste que es necesario romper el círculo vicioso de la angustia y frenar la espiral del miedo, fruto de esa costumbre de centrarse en las «malas noticias» (guerras, terrorismo, escándalos y cualquier tipo de frustración en el acontecer humano). No se trata de no informar de los dramas de sufrimiento, sino superar ese sentimiento de disgusto y de resignación que nos arroja a  la apatía, generando miedos o dando la impresión de que no se puede frenar el mal.
Esta Jornada y la preocupación por la comunicación y la búsqueda de la verdad en la información, tiene un largo recorrido en la Iglesia. El 4 diciembre de 1963, el Concilio Vaticano II promulgó el decreto Inter Mirifica, considerado como una “magna carta” de la comunicación social en la Iglesia. El decreto está ligado a fomentar la evangelización desde los medios de comunicación, al derecho de cada hombre de tener apertura a la información y, al mismo tiempo, a la búsqueda de la Verdad. La Santa Sede, abrirá una oficina para fomentar la búsqueda de la verdad desde la comunicación social, invitando a las conferencias episcopales y diócesis a crear una comisión de comunicación en sus estructuras. En este contexto, se crea una Jornada dedicada a las Comunicaciones Sociales, la única que nace por mandato directo del Concilio Vaticano II. El 28 de septiembre de 1964, el Papa Pablo VI presidió la primera asamblea plenaria de la naciente Pontificia Comisión de las Comunicaciones Sociales, cuyos miembros eran algunos padres conciliares.
La instrucción pastoral Communio et Progressio (1971), está fundada sobre la libertad personal y sostiene el derecho de cada individuo de expresar sus opiniones con responsabilidad y subraya la dificultad de los medios para concienciar de los graves problemas que incumben a cada individuo y a la sociedad en general. El objetivo de las comunicaciones sociales son, el progreso humano, la unidad, el diálogo, el bien común y la búsqueda de la verdad, un deber del cual la Iglesia no debe estar excluida.
Los años ochenta, suponen un salto cualitativo en la información, a la radio, televisión y prensa, se le añade la informatización, la nueva galaxia internet se fue abriendo paso revolucionando las comunicaciones. El fenómeno “multimedia” es la nueva realidad que se difunde rápidamente, Adorno y Horkheimer, filósofos de la Escuela de Frankfurt, introducen en la sociología el concepto de Industria Cultural. Desde el Vaticano se quiere dar un nuevo impulso a las Comunicaciones Sociales con la encíclica Sollicitudo rei socialis (1987), en la que se concibe a los medios como instrumentos para la concordia universal. En esta década la promoción de la Comisión Pontificia de Comunicación, que en 1989 fue elevada al rango de Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales. Este Consejo se encargará de coordinar las transmisiones mundiales de las celebraciones pontificias, pero se le confió la misión de suscitar y sostener correctamente la acción de la Iglesia y de los fieles en las distintas formas de la comunicación, acompañando a la prensa, para que cumpla con su función y para difundir la doctrina de la Iglesia.
Será en los noventa, cuando la iglesia comienza a tener una nueva visión de los medios de comunicación, abandona su visión instrumental y comienza a considerarlos como una realidad fruto de una nueva cultura. La nueva evangelización que propone Juan Pablo II, desarrollada con la Redemptoris Missio (1990), confirma a los medios de comunicación como el primer areópago de la modernidad, reconociendo las posibilidades ofrecidas por los modernos medios de comunicación que estaban llamados a ser fuente de conocimiento, verdad y esperanza. En  aniversario de la Inter mirifica, el Pontificio Consejo emite la Instrucción Pastoral Aetatis novae (1992),  en donde se anima que la difusión de los contenidos sean realizados a través de nuevas modalidades de comunicación y que sean parte integrante de cada plan pastoral, ofreciendo también criterios para la creación de oficinas de comunicación en las conferencias episcopales y en las diócesis.
En la navidad de 1995, se produce el salto al mundo digital, se inaugura la página web del vaticano (www.vatican.va), en la que se quieren difundir los textos y documentos pontificios. La página ha ido cambiando y ampliando su estructura en paralelo al desarrollo de las nuevas tecnologías digitales. La página web, se completa con el Centro Televisivo Vaticano, que desde 1996, ha documentado en vídeo y difundido por todo el mundo, los actos más importantes de la Santa Sede. La entrada en el Tercer Milenio, supone una nueva adaptación de los medios vaticanos al proceso de globalización y brecha digital en los países más pobres, agitada con la cultura posmoderna que no era capaz de definir el concepto de verdad. En este sentido Benedicto XVI, aunque sigue los pasos de sus predecesores, quiere dar más importancia a la esfera intelectual, promocionando el ecumenismo y el diálogo con la cultura. Pero será Francisco quien dará salto mediático al mundo globalizado, no solo por la enorme resonancia de sus gestos comunicativos, sobre todo por los fuertes cambios en la estructura de los medios del Vaticano, creando en 2015 la Secretaría para la Comunicación. Con esta nueva institución, la comunicación vaticana unificaba todos sus medios y respondiendo con una amplia estructura al nuevo mundo digitalizado.
La Iglesia se enfrenta a nuevos retos, las tecnologías de la comunicación condicionan y cambian constantemente la socialización, el aprendizaje e incluso la vida espiritual de las personas. Esto supone la necesidad de un cambio de mentalidad, para superar la visión instrumentalista como elemento amplificador del mensaje evangelizador, para buscar en la red nuevos espacios de diálogo y encuentro fraterno con el hombre de hoy. El objetivo es ir más allá de la página web, meramente informativa de las realidades parroquiales, incluso más allá de un pastoral de sacramentalización, buscando unos modelos más misioneros y de “Iglesia en salida”.
Se trata de dar un paso más en la nueva era digital, el uso de la tecnología deberá habilitar a los individuos para expresarse y colaborar con otros. Las Unidades Pastorales y Parroquias, con las nuevas tecnologías, no se reducen al ámbito territorial y social de la vieja demarcación, colaboran con otras Parroquias o Instituciones buscando un bien común, ya sea la justicia social, o promocionar valores de fe, educativos, etc. Se trata de buscar un sentido de continuidad en la vida, relacionarse con los demás, empezar a mezclarse en el ámbito social. En este modelo parroquial es fundamental la presencia del laicado, una fe vivida en fraternidad y en grupo, experiencias fuera del ámbito parroquial, una concepción de Iglesia en diálogo con la cultura y con la comunicación, un clima de participación activa, y subrayar el ciberanuncio, experiencias de Dios en el mundo real y en el virtual (que también es real). Quedarse atrás en la tecnología será difícil evangelizar a las nuevas generaciones, no se trata solo de tecnología, sino de una forma de vida. El encuentro deberá ir de lo digital a lo real y de lo real a lo digital. Aunque somos conscientes que no puede existir un verdadero desarrollo espiritual y cristiano sin un encuentro real con el otro, como nos recuerda continuamente Francisco.

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