domingo, 19 de enero de 2020

Os llamo amigos



“—Sólo se conocen las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!”.
Antoine Saint-Exupéry
Vivir sin amigos es como estar en el desierto, pues la amistad multiplica los bienes y reparte los males.
J. L. Vázquez Borau


Nos recordaba Antoine Saint-Exupéry, que los hombres de hoy, ya no sabemos como hacernos amigos y ese es posiblemente uno de los dilemas más desoladores de nuestro tiempo. El hombre es un “nudo de relaciones”, y la clave de este nudo es precisamente esa capacidad humana para la amistad. Esa necesidad de abrirse a la existencia del otro y de establecer un vínculo duradero en el cual no solo me conozca, sino que me descubra a mí mismo y pueda comprender mejor al ser humano. La amistad es un regalo, un don, pero es también el fruto de un esfuerzo. No podemos conformarnos con quedarnos en la epidermis de una amistad efímera, la verdadera amistad exige generosidad, donación y confianza.
Como revela Saint-Exupéry en El principito, “sólo con el corazón se puede ver bien”. En el pensamiento clásico, hubo grandes contribuciones al estudio de la amistad, como quedó reflejado en las obras de Cicerón y de Séneca. Ellos nos han ayudado a captar la profundidad que lo que significa la amistad y su modo de vivirla.
Cicerón escribió en su obra De amicitia que el amigo es “otro yo”, “la mitad de nuestro ser” y, que la verdadera amistad se alcanza mediante el cultivo de la virtud, en especial la fidelidad y la constancia.
Séneca anima a ser útil y servicial con los amigos, siendo la solidaridad una de sus fundamentales virtudes. La obligación del amigo es visitarle y atenderle en su desamparo, en la enfermedad o la soledad. No se olvida de la obligación de ayudar al amigo indigente, de atender al padre anciano, porque el amor y el afecto han de acompañar a la amistad.
La mística de la amistad es un buen camino para la espiritualidad creyente. La experiencia cristiana no es creer en Dios, sino relacionarnos con Dios como amigo. Dios ya no es una idea, o un ser distante, sino que es un amigo que nos llama a la amistad sin límites. Jesús nos reveló que Dios es padre y amigo, y ambos símbolos se completan, pues el padre es significativo si es amigo. La experiencia cristiana de Dios es la experiencia del amor de amistad, en el sentido más fuerte de la palabra. Así, dice a sus discípulos: "Os llamo amigos... Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por el amigo..." (Jn 15,12-16). Para Jesús, el "mayor amor" es el amor de amistad.
Dios, como nos recordaba el primer libro de Samuel, “guarda los pasos de sus amigos” (1Sam 2). Abraham, el padre de los creyentes fue el primer hombre al que Dios llamó amigo; así lo comenta el profeta Isaías: “Y tú, Israel, siervo mío; Jacob, mi escogido; estirpe de Abraham, mi amigo, a quien escogí de los extremos de la tierra, a quien llamé desde sus confines, diciendo: “Tú eres mi siervo, te he elegido y no te he rechazado”, no temas, porque yo estoy contigo, no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortalezco, te auxilio, te sostengo con mi diestra victoriosa” (Is 41, 8-10). Pero esa amistad también era cercana con Moisés, nos recuerda el libro del Éxodo, que Dios bajaba a la tienda del Encuentro y lo hacía “cara a cara, como habla un hombre con un amigo” (Ex 33, 9-11).
La amistad, debe ser el componente necesario de cualquier forma de amor, es la que expresa mejor la libertad del amor, necesaria para que éste llegue a su madurez. La amistad es la única existencia universal del amor, igual que lo es el amor que Dios ofrece en Jesús. La amistad que practicó Jesús, nos revela el ideal de la amistad humana, como el modo de amar a Dios. El nazareno amó a todos con misericordia y ofreció su amistad a todos. Pero como hombre, estuvo cerca no solo de sus discípulos, como nos comentan los evangelios, sino que estableció una amistad de manera cercana con el apóstol Juan (el discípulo amado), de Lázaro (al que lloró su muerte), de sus hermanas Marta y María, de José de Arimatea, Nicodemo, etc.
Las llamadas de Jesús a la amistad de forma fraterna entre todos, son las llamadas de un amigo cercano. Su mandamiento es que nos amemos unos a otros como él nos ama, que seamos amigos y solidarios, que practiquemos la projimidad unos con otros. La gran novedad de Jesús es que "los otros" ya no son personas indiferentes o distantes. No son personas que se las pueda usar, de las que se deba abusar y tampoco ignorar, explotar u odiar. A causa de la paternidad amistosa de un Dios universal, "los otros" están llamados a ser mis hermanos y hermanas.  La espiritualidad es básicamente crecer en la amistad con Jesús y en la fraternidad con los demás.
La amistad con Dios, a través de Jesús, nos lleva a la misericordia y la solidaridad con todos, sobre todo con los que más sufren. Toda solidaridad cristiana es una síntesis entre la fraternidad y la misericordia, o mejor, la solidaridad permanece habitada por la amistad y por la misericordia. Jesús no es sólo amigo, sino también salvador y liberador, y su amistad es una solidaridad eficaz con respecto a las miserias del amigo, del hermano, del prójimo.
La verdadera amistad con Jesús se expresa con la bondad, la humildad, la mansedumbre, la solidaridad y la misericordia. La enumeración de las bienaventuranzas del evangelio de Mateo, hace de la misericordia y de la justicia el eje fundamental de la amistad con Jesús. Las Bienaventuranzas son la revelación de la cercanía de Dios, que se sitúa bajo el signo de la absoluta gratuidad. Son el camino de la amistad con Jesús, un estilo de vida y un modo de actuar para el cristiano. Los amigos de Jesús no se han de ocultar detrás de una espiritualidad sin compromisos, su conducta deberá estar marcada por una dedicación misericordiosa a las personas, que significa ser sensibles a los sufrimientos de quienes nos rodean, buscar la paz y la justicia, desde la humildad y sin imponer formas de pensar. Seamos fraternos y misericordiosos, sobre todo seamos amigos.




viernes, 3 de enero de 2020

Un deseo de paz.


Si sembramos a lo largo de nuestra vida semillas de paz, de justicia, de libertad, de fraternidad, de amor, engrandeceremos, con nuestro ejemplo el espíritu de la humanidad.
MIGUEL ÁNGEL MESA BOUZAS

La paz es la tranquilidad del orden… La paz es obra de la justicia
SAN AGUSTÍN

es esencial una educación que expanda la capacidad de imaginar un mundo diferente. La imaginación da el poder para actuar en favor del cambio social y para poner en marcha aventuras pacíficas constructivas
ELISE BOULDING

Que el Señor te bendiga y te proteja;
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda su favor.
El Señor se fije en ti
y te conceda la paz.
(Núm 6,22-26)

En primer lugar, desear a todos los lectores, un FELIZ AÑO 2020. Atiborrada nuestra mente de tantas cosas, informaciones, noticias, trabajo, necesitamos momentos de silencio y de hondura, para estar con nosotros mismos y llenar la despensa del corazón de propósitos renovados para el nuevo año. No es fácil hacer cambios en nuestros hábitos o comportamientos, estamos muy influidos por la “inconsistencia temporal”. No abordamos de igual manera el presente que el futuro, pero sabemos que la renovación nos ayuda a crecer, a madurar en nuestra existencia.
Es una buena práctica, antes de cualquier proyecto echar la vista atrás para otear el camino recorrido, ver lo aprendido en el año. En ese camino nos hemos reafirmado en los postulados para luchar por un mundo mejor, en el descubrimiento de nuevos ideales, en seguir aprendiendo y amando, a pesar de los errores, y, sobre todo, de no descuidar la memoria. Para todo ello, es bueno dar gracias. Entendiendo la gratitud como una actitud de humildad que sale del corazón, es un sentir admiración por lo sucede cada día y sentir la alegría por el placer de vivir que asoma en cada esquina de nuestra existencia.  Gracias a Dios por todo un año cargado de vida; gracias a todos los que me habéis acompañado, visibles e invisibles y, también, por todos aquellos que no están pero que no se han ido de mi corazón.
La gratitud no está exenta de perplejidades ante lo cotidiano, ya que las encrucijadas de la pobreza, la injusticia, el conflicto, la situación del paro, la necesidad y la exclusión, los inmigrantes, refugiados y las guerras comprimen el ánimo. El deseo y búsqueda de un mundo mejor para todos no siempre se ejerce desde la certeza sino también desde la incertidumbre y la perplejidad.  Pero a pesar de nuestras perplejidades nada debe resbalar en nuestro corazón y hacer frente a todo aquello que atente contra la dignidad. Para ello, es necesario el agradecimiento ante lo aparentemente pequeño de cada día, también hacia todos aquellos que nos acompañan y nos hacen un mundo más habitable.
Una vez agradecidos debemos buscar los mejores propósitos para el nuevo año. Un año es más que el tiempo biológico, nuestras cotidianidades están mezcladas con los grandes acontecimientos de un mundo cada vez más globalizado. Un buen propósito para el año podría ser desplegar la creatividad y la solidaridad, para que se puedan romper los muros de la indiferencia y ser sensibles al dolor ajeno. Son muchos los que sufren, con lo que es necesario recuperar unas bases sólidas para comprender y compartir la realidad de tantos.
Propondría otro propósito para el año, superar los miedos sociales y globales. Rebajar las incertidumbres existenciales, sociales, económicas, políticas y establecer lazos de mayor hondura en la búsqueda de sentido. No estaría mal, superar todo tipo de exclusiones, principalmente de aquellos colectivos que no son productivos o que no generan riqueza. No pueden quedar al margen de la sociedad, como descarte o basura desechable, para ello hay que intentar y luchar, para que todo tipo de fronteras y separaciones externas e internas, se conviertan en puertas abiertas atravesadas por unos corazones abiertos hacia los más necesitados, donde nuestros espacios comunes y sociales, sean realmente una casa de todos y para todos.
También sería un buen propósito, superar los nacionalismos y fundamentalismos que levantan fronteras imaginarias que con el tiempo se convierten en reales. Muros que nos aíslan con la falsa idea que estamos más seguros y que son necesarios para afianzar nuestra identidad. Armonizar lo global y lo local parece urgente, intentando limitar los conflictos entre los dos ámbitos, siendo la cultura de la paz y hospitalidad uno de los valores más necesarios.
Por último, un deseo de paz. Es uno de los dones más grandes del ser humano. La guerra es el naufragio del bien, su crueldad, es lo que ha obligado a millones de personas en situaciones extremas a salir de sus casas con lo puesto, condenadas al destierro en tierra extraña, siendo rechazados en su dignidad y desprotegidos por el derecho internacional.

En el último año, se han acentuado las tendencias separatistas en numerosos países, incluso en los países más desarrollados, con un fuerte aumento del nacionalismo y del conflicto. La ausencia de una autoridad global, ha provocado que las guerras internas y transfronterizas han aumentado desde la guerra fría.   Sobre todo, las guerras de baja intensidad, no convencionales o asimétricas, con pocos efectivos, pero con más intervenciones, ampliándose los conflictos económicos, políticas y sociales.
Comenta Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2020, que la guerra se nutre de la perversión de las relaciones, de las ambiciones hegemónicas, de los abusos de poder, del miedo al otro y la diferencia vista como un obstáculo; y al mismo tiempo alimenta todo esto.  La paz y la estabilidad internacional son incompatibles con todo intento de fundarse sobre el miedo a la mutua destrucción o sobre una amenaza de aniquilación total; sólo es posible desde una ética global de solidaridad y cooperación al servicio de un futuro plasmado por la interdependencia y la corresponsabilidad entre toda la familia humana de hoy y de mañana. El mundo no necesita palabras vacías, sino testigos convencidos, artesanos de la paz abiertos al diálogo sin exclusión ni manipulación. De hecho, no se puede realmente alcanzar la paz a menos que haya un diálogo convencido de hombres y mujeres que busquen la verdad más allá de las ideologías y de las opiniones diferentes.
Para conseguir la paz, hay que educar en la paz. Esta forma de educar, debería enseñarnos a perder el miedo a la diferencia del otro, a tratar a las demás culturas en igualdad de condiciones, vacunándonos de la tentación de imponer a los demás aquellos modelos económicos, políticos, culturales y tecnológicos que no nos conducen a la felicidad. Tenemos la obligación moral de fomentar en nosotros como sociedad, en nuestros hijos, en nuestros alumnos, la capacidad de oponernos a muchas cosas que nos ofrecen como normales y cotidianas pero que generan violencia e injusticia. La paz, no es otra cosa que la síntesis de la libertad, la justicia y la armonía.

FELIZ AÑO, sobre todo PAZ