La semana que viene se inicia el
curso en la Diócesis de Salamanca, el inicio llega siempre con la “Semana de
Pastoral”, este año tendrá lugar la octava edición que se celebrará, del 15 al
20 de septiembre. El hilo conductor será la Alegría del Evangelio,
la primera exhortación apostólica del papa Francisco, que se dio a conocer al
terminar el año de la fe. El texto que trasmite la idea que El Evangelio
es el mensaje más hermoso que tiene este mundo, es un documento que
habla del espíritu misionero y evangelizador de la iglesia, de la inclusión
social de los pobres y de la paz y el diálogo social. En ella el papa Francisco
nos recuerda que la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera
de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son
liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento
Siguiendo al
teólogo Olegario González de Cardedal, “Los vuelcos en la Iglesia De
Ratzinger a Bergoglio” (Veritas nº 30, marzo 2014) la
exhortación, se dirige a la iglesia en su doble nivel: en cuanto comunidad
de fe y en cuanto institución de este mundo. La invita a un despertar y a una
conversión misionera (I Parte), a un compromiso comunitario con el mundo (II
Parte), a anunciar de nuevo el evangelio como constituyente del pueblo de Dios
y su gran tesoro (III Parte), a recuperar la dimensión social de la evangelización
(IV Parte). Don Olegario afirma, que en el centro del pensamiento de
Ratzinger estaba Dios, en el cristianismo, en la preocupación por el lugar
de la fe en la conciencia crítica que la pone bajo sospecha, en la dificultad o
gozo de rezar el Credo con honestidad intelectual por quienes han pasado por la
Ilustración y la modernidad. Bergoglio, da por supuesto el Credo y los
dogmas, quiere ir más allá, quiere mirar a los hombres concretos, subraya la
misericordia, reclama el testimonio de la caridad, recuerda a la iglesia su
obligación de revivir el ejemplo de Jesús buen samaritano para con los hombres
caídos levantándolos del suelo y curándolos, sin antes preguntarlos ni
exigirles nada, anteponiendo así la acción de la misericordia a los postulados
de la moral, a las exigencias del dogma…
José Ignacio
González Faus, comentando
en Vída Nueva (Tres miradas a “Evangelii Gaudium”), afirma que la
exhortación trata de una oferta, de un anuncio que yo también considero el
más hermoso que he recibido: la revelación del amor increíble de Dios a los
hombres, visibilizado en el envío y la entrega de Su Hijo. Para él, el hilo
conductor de todo el texto es la igualdad o la equidad de todos los seres
humanos, para ello menciona de una manera directa a los pobres y los desórdenes
económicos. Pero todo ello necesita de una verdadera experiencia espiritual que
tenga en cuenta el valor absoluto de cada persona, junto a la fuerza que suele
brotar de toda mística auténtica.
En la misma
revista, Rovira Belloso, profesor emérito de la Facultad de Teología de
Cataluña, centraba su comentario, en que la exhortación se presenta como un
auténtico programa del papa Francisco. Este programa pone de relieve, la
renovación eclesial coincide con una Iglesia que escucha a fondo el Evangelio
de Jesús y, por tanto, es fiel a su misión evangelizadora. Se habla de una
Iglesia abierta y misericordiosa, de una colegialidad abierta y sinodal y sobre
todo, de una parroquia, “en contacto con los hogares y con la vida del pueblo”,
para que “no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en
grupo de selectos que se miran a sí mismos”.
En el mismo pliego
de Vida Nueva, Luis González de Carvajal, subraya que la barca de
Pedro abandona el puerto y se sale a la mar abierta, utilizando la parábola de
Joseph Bouchaud, ante la elección del papa Juan XXIII. El programa del papa
Francisco es, en esencia, una pastoral misionera; y una pastoral misionera no
espera a que la gente visite el barco, sino que va a buscarla allá donde
esté. Nos presenta, una iglesia con rostro amable y acogedor para los
que suban a bordo, de puertas abiertas. Dice el teólogo, que a veces nos
comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores, la iglesia
no es una aduana, es la casa del Padre. Subraya la misericordia gratuita, donde
todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según
la vida buena del Evangelio. Sin renunciar a la verdad, esta misericordia
se debe llevar a todos los lugares de la vida, desde el trato con persona fuera
de la iglesia, al confesionario, desde las debilidades propias a los alejados.
La semana de
pastoral se estructura en torno a una serie de conferencias de lunes a
Jueves: Orar con Evangelii Gaudium”, Dirige D. José María Gil Tamayo,
Secretario de la Conferencia Episcopal Española. Lectura bíblica de
Evangelii Gaudium, Dª Carmen Yebra Rovira, Profesora de Sagrada Escritura,
Fac. de Teología, UPSA. La renovación de la Iglesia en Evangelii Gaudium,
Mons. Santiago Agrelo Martínez, Arzobispo de Tánger. Una Iglesia que sirve a
la humanidad. Lectura de Evangelii Gaudium, D. José Manuel Sánchez Romero,
Prof. Moral Social, Facultad Teología, UPSA. El viernes se presenta una mesa
redonda, De nuestro Sínodo Diocesano a Evangelii Gaudium: 25 años de la
vida de la Iglesia. Participan: D. Joaquín Tapia, sacerdote diocesano; M.
Aurora Arregui, religiosa Clarisa; D. Antonio Samaniego, laico; D. Javier
González, laico; Dª María Paz Cuadro, laica. Modera: D. Roberto Ruano,
Delegado diocesano de Medios de Comunicación Social. Además de estas
actividades, todas ellas abiertas a todo el público, habrá, Comunicaciones
simultáneas (es necesario apuntarse), una de ellas estará dirigida y
coordinada por el obispo, don Carlos López; una representación
teatral; una Vigilia de oración y una comida en común.
Monseñor
Santiago Agrelo, Arzobispo de Tanger.
De todos los
conferenciantes, todos ellos muy interesantes, quisiera subrayar a uno de
ellos, a Monseñor Santiago Agrelo Martínez, Arzobispo de Tánger y más
conocido como el arzobispo de los emigrantes. Es una cuestión de cariño y
afinidad, además compartimos la presencia en las tierras Bercianas, muy queridas
para mí.
Mujeres
acompañadas por sus hijos y emigrantes errantes, procedentes de toda África,
hacen cola en la delegación de Cáritas que los franciscanos tienen en Tánger,
para recibir comida y medicamentos. El dolor de la desesperación de estas personas
que buscan una oportunidad mejor, es el eco que todos los días escucha Monseñor
Santiago Agrelo desde su despacho situado en el primer piso de la
delegación. Acaba de cumplir en junio 72 años, nació en Galicia, en Rianxo,
realizó el noviciado en el convento de San Francisco de Santiago, y allí
también realizó su profesión solemne. Tenía por entonces sólo 21 años. Estudió
Filosofía en el Centro de Estudios que los franciscanos tenían en Ponteareas, Teología
en la Universidad Pontificia de Salamanca, y fue ordenado sacerdote en el
año 1966. En los años siguientes completó su formación especializándose en
Liturgia en el Pontificio Ateneo Anselmiano de Roma. Monseñor Agrelo, siempre
ha combinado lo teórico y lo práctico, ha sido profesor de Liturgia en el
Instituto Teológico Compostelano, ha escrito numerosos artículos y diferentes
libros. Pero también se ha dedicado y mucho, a la actividad pastoral, desde
1998 hasta que fue nombrado Arzobispo en el año 2007, llevó hasta 25 parroquias
en el Bierzo, desde el Cebreiro y Piedrafita a Vega de Valcarce, donde tenía su
residencia. Monseñor Agrelo busca según sus palabras, que nuestra presencia sea
significativa para el mundo islámico. Para que, al vernos, puedan decir: “debe
valer la pena ser cristiano”. Una presencia difícil, en unas sociedades donde
está prohibido hacer cristianos y hay una auténtica falta de libertad religiosa
y de conciencia. Existe libertad de culto, en iglesias casi escondidas, pero no
hay libertad religiosa.
Monseñor
Santiago Agrelo, en su despacho
Monseñor
Santiago Agrelo, ha participado la semana pasada en el “Congreso de la Asociación
de Teólogos Juan XXIII” del 4 al 7 de septiembre, junto al obispo Pedro
Casaldáliga. En él subrayó la necesidad de romper las ideologías y dar paso
al evangelio, a Jesús. Estar con vosotros, es poder caminar juntos, de
buscar juntos. Estoy convencido de que nadie en la Iglesia ignora la verdad
expresada en el dicho: "Ecclesia semper reformanda". La
reforma de la Iglesia, siempre necesaria, siempre buscada, siempre pedida, no
se podrá hacer si no es junto a los pobres, si no es con los pobres, si no
es en humildad y pobreza, si no es recorriendo el camino del que, siendo rico,
se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza. Una y otra vez
necesito recordar el pasaje que Jesús leyó en la sinagoga de Nazaret: "El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a
evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los
ciegos la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de
gracia del Señor”. Se me ha dado un evangelio para los pobres; si
olvidase a los pobres, no sabría qué hacer con el evangelio. Se me ha dado
un evangelio de luz para los ciegos; si me olvidase de los ciegos, olvidaría
también que el evangelio es luz. Se me ha dado un evangelio de libertad
para los oprimidos; si me olvido de los oprimidos, olvidaré que el evangelio
es libertad. Se me ha dado un evangelio de gracia para los pecadores; si
me olvido de los pecadores, olvidaré que el evangelio es gracia.
Ya nadie
sabía qué hacer, qué palabra
decir. No
quisimos romper el silencio.
Entraba la
luz, nos llegaba la luz.
Pero nadie
sabía qué hacer, qué palabra
decir. Cada
uno miraba sus manos,
cada uno
tenía sus manos mojadas de sombra.
Arriba en la
abierta ventana, de cara al poniente,
seguía él
mirando.
Ya nadie
sabía qué hacer, qué palabra
decir. Nadie
quiso mirarle la frente dorada
donde pronto
la luz, como un zumo de fruta,
se haría
violeta.
Cada uno
miraba sus manos.
Cada uno
sabía que él pronto vendría
con la tarde
en los ojos abiertos
y en sus
labios, temblando, la bella palabra.
Arriba en la
abierta ventana,
de cara al
poniente, seguía él mirando.
Y ya nadie
sabía qué hacer, qué palabra
decir, de
qué modo anhelar,
cómo hablar
sin romper antes que él el divino silencio.
José Hierro, Interiores
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