lunes, 1 de julio de 2013

El cirujano de almas. Entrevista al Padre Álvaro Montes de Oca


El Padre Álvaro Montes de Oca discierne cada respuesta, evalúa cuidadosamente las palabras que emplea y las dice con precisión y limpieza. Son los métodos del cirujano que sobrevive en él, mismo que hoy, luego de medio siglo de vida sacerdotal, ya no cura el cuerpo sino el alma.
Este fraile dominico es toda una institución en la Iglesia costarricense. Quienes conocen su trayectoria de 82 años de vida, le recuerdan especialmente en los inicios de la parroquia universitaria, el Movimiento Familiar Cristiano y los Cursillos de Cristiandad. 

Escucharlo contar la historia de su vocación a la vida sacerdotal inspira a quienes como él, hoy sienten que Dios los llama a dejar todo atrás y seguirlo sin reservas. 

Ana Cecilia Espinoza C.

Un médico que decide hacerse fraile… ¿cómo es eso?
En honor a la verdad, nunca pensé optar por la vocación sacerdotal, a pesar de que mis padres eran muy católicos. Todo comenzó después de haberme graduado en la Universidad Autónoma de México. Cuando estaba ejerciendo mis primeros trabajos en el Hospital de Maternidad, un día pasando por la sección de partos una mujer me agarró de la gabacha y me dijo: “padrecito confiéseme por favor”, a lo que yo le respondí que no podía porque no era sacerdote. Terminó mi turno y me fui para la casa, pero la imagen de dolor y sufrimiento de aquella mujer me dejó angustiado. Cuando regresé al día siguiente me enteré que había muerto.

Y ahí Dios lo llamó…
(Ríe) No precisamente, pero esa idea comenzó a darme vueltas en la cabeza. Al mismo tiempo me cuestionaba que yo había estudiado medicina pensando en los pobres y me daba cuenta que no hacía precisamente eso. Estando de vacaciones vine a Costa Rica y aprovechaba para brindar mi servicio en el Hospital San Juan de Dios, pero me decepcioné, pues encontré grupos de médicos muy elitistas. El ambiente no me gustó.

¿Qué le decían sus padres de este sentimiento?
Para ese entonces mi padre, quien habría querido ser médico, ya había muerto. Yo en quien pensaba era en mi madre, viuda y a cargo de la familia. Decía para mí: “se va a parar de manos cuando le diga”. Sin embargo ella más bien me dijo: “Desde antes de casarme estoy pidiéndole a Dios que me de un hijo sacerdote”. Ella nunca nos había dicho nada porque siempre respetó las decisiones de sus hijos.

¿Había pasado entonces lo más difícil?
Con semejante confirmación yo aún tenía mis dudas. Estando en México tratando de especializarme, me visitaron el Padre Daniel Chaverri y el Padre Esquivel que era párroco en Santa Teresita y conocía a mi familia. Eran tiempos en que en México había persecución contra la Iglesia, pero ellos se la jugaron y me visitaron, con el fin de darme a conocer -so pretexto del rumor que habían escuchado de que quería ser sacerdote- la orden de los dominicos que existía a nivel universitario en España. No estaba muy convencido hasta que viajé a conocerla mientras terminaba mi especialidad en medicina. 


Entonces si decidió que sería sacerdote…
Fui de revelación en revelación y conocí a un gran maestro de novicios, el Padre José Merino, un hombre extraordinario. La idea de ser cura seguía rondándome la cabeza y pensaba que curar a alguien era bueno, pero que si no se cura el alma seguía peor. Tenía novia y había decidido casarme, pospuse el matrimonio y aquello fue una revolución familiar. Buscando una confirmación realicé mis estudios de Filosofía en Asturias en el Santuario de Nuestra Señora de las Caldas de Besaya, donde hice la profesión solemne. Posteriormente el maestro de estudiantes de la orden me envió a Estados Unidos donde concluí los estudios de teología y a los dos años fui finalmente ordenado sacerdote por Monseñor Floyd Lawrence Begin, Obispo de Oakland, en la Basílica de Guadalupe.

Hoy, 50 años después, ¿qué reflexión hace?

Cuando se estudia la vida de la Iglesia y vemos los altos y los bajos de la institución, concluyo que hay una gran pérdida de la fe, sobre todo en los jóvenes, algunos no tienen ni idea de lo que son los valores y los principios cristianos. De ahí que los sacerdotes siempre tenemos que estar evangelizando a través de las nuevas tecnologías, yendo de casa en casa, con el sermón, en fin, explotando todos los medios para llevarles la Palabra de Dios.

Fuente: Eco Católico

No hay comentarios:

Publicar un comentario