Juan Antonio Mateos Pérez
Hace dos años del movimiento
ciudadano 15 m, movimiento de indignados o movimiento de la democracia real.
Tomó su nombre del escrito “indignados” de Stephane Hessel, un activista
francés muerto recientemente, que luchó contra el
nazismo y reclamaba un cambio
de rumbo económico y político de Europa. Pareció un movimiento espontáneo de
ciudadanos, sobre todo jóvenes, un poco hartos de la gestión política y de la
situación de crisis que parece no acabar nunca. Los medios de convocatoria del debate,
fue el mundo virtual, sobre todo las redes sociales (según una encuesta el 65%
se enteró por Facebook), respaldado después por una amplia cobertura de los
medios de comunicación clásicos. Se pedía cambios en la ley electoral y una
reforma de la misma, encaminada a una democracia más representativa. Se pedían
listas abiertas, para luchar contra la corrupción y una mayor transparencia de
los poderes públicos. Se reclamaba una separación real de los poderes del
Estado, y, mecanismos de control ciudadano para una efectiva responsabilidad
política, así, como reformas del sistema financiero, mejora de la educación,
sanidad, empleo, etc.
Después de dos años se han celebrado
una serie de actos, acompañados del rechazo de las políticas neoliberales y la
demanda de un modelo económico y político más justo. Parece que el impacto
mediático ha perdido peso, pero su labor sigue siendo muy importante en los
barrios de las grandes ciudades, trabajando en iniciativas concretas, como las
plataformas para frenar los desalojos y los desahucios, o la crítica al sistema
financiero y apoyo al sistema sanitario.
Uno de los pedagogos más influyente
del siglo XX, Paulo Freire, escribió una
obra ilustrativa: Pedagogía de la indignación. Desde Brasil, su foco de
atención fue siempre los que se encuentran al margen de la sociedad. Son la
recopilación de una serie de textos donde asoman en tensión dialéctica, la
rabia o indignación y el amor. Él decía
que las verdaderas acciones éticas nacen de los sentimientos
contrapuestos, en este caso su amor humanista y por otro la indignación
política por las desigualdades y las injusticias.
Paul Ricoeur en su obra Amor y
justicia, acudiendo a Platón y Aristóteles, nuestra que la primera reacción
ante la injusticia, es el grito de la indignación: ¡Esto es injusto! Esta
indignación se enciende ante ciertas situaciones, como los repartos desiguales
que nos resultan inaceptables, promesas incumplidas que rompen nuestra
confianza en la palabra dada, los castigos desproporcionados ante nuestras
faltas, o retribuciones no merecidas. Esta indignación puede llevarnos al deseo
de venganza, sino media la condición de imparcialidad, o la ley que inculque
justicia. Pero la indignación puede ser un buen sentimiento de base para la
educación en la equidad.
Encontramos
en el Antiguo Testamento salmos que revelan una indignación profética contra el
mal de la historia (salmos 109 y 137) y su deseo de justicia, una oración
encarnada que desea involucrar a todo el ser del hombre. En el salmo 90 aparece
la “ira de Dios” o la indignación de Dios, ésta significa que Dios es justo y
no puede aceptar como limpio lo que está en pecado. Dios no quiere el pecado,
pero ama al pecador, que quiere salvarlo por todos los medios.
907 ¡Estamos consumidos por tu ira
y consternados por tu indignación!
90:8 Pusiste nuestras culpas delante de tus ojos,
y nuestros secretos a la luz de tu mirada.
90:9 Nuestros días transcurren
bajo el peso de tu enojo,
y nuestros años se acaban como un suspiro.
y consternados por tu indignación!
90:8 Pusiste nuestras culpas delante de tus ojos,
y nuestros secretos a la luz de tu mirada.
90:9 Nuestros días transcurren
bajo el peso de tu enojo,
y nuestros años se acaban como un suspiro.
La
indignación aparece también en los profetas, siempre atentos a la justicia y a
las exigencias morales. Amós siempre atento a todo tipo de violaciones e
injusticias humanas, va a la raíz del problema y designa ese día en que Dios
hará justicia instaurando su Reinado. Isaías refleja esa indignación ante la
traición colectiva de la Alianza, hace una llamada a la conciencia religiosa
que se manifiesta en sus ¡Ay! (Isaías. 5, 8.11.12.18-24) Llenos de amor y de
justicia.
También está la
indignación de Jesús contra los enemigos
de la condición humana. Ya que si el amor se entiende como solidaridad, éste no
es incompatible con la indignación. Es muy humano sentirse airado contra todo
aquel que cause sufrimiento, así mismo y a los demás. Jesús se sintió muchas
veces enojado contra aquellos que se encaminaban al pueblo a su propia destrucción.
Jesús los amaba, como a todos los hombres, ahí está las comidas con ellos, no
los excluía, pero se indignaba ante su hipocresía y dureza de corazón. Al final
ellos lo acabaron excluyendo a Él, curaba en sábado. Posiblemente, su amor y su
grito de indignación contra los poderes constituidos, su coherencia en el
anuncio del Reino, acabaron con su vida.
No estamos diciendo que Jesús fuera un indignado, pero su exigencia por la
justicia y su incomprensión, incluso por los suyos, abre un amplio espectro de
indignación, como consecuencia de su amor. No sé.
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