Juan Antonio Mateos Pérez
Un grupo de alumnos de la Escuela de Teología, intentamos
llegar a la Peña de Francia desde el Maillo, pero fue un intento fallido. No porque
no tuviéramos ganas, ni porque no estuviéramos en forma, nos equivocamos de
camino. Sí, desde la salida, después de más de dos horas y media de marcha,
llegamos a un punto donde se perdía el camino y solo había monte, ningún
letrero, ninguna señal de senderismo. Así es, como para querer descifrar los
signos de los tiempos, si no sabemos descifrar un simple mapa que estaba delante de nosotros. Es cierto, los signos de
los tiempos son ambiguos, como lo somos nosotros, con muchas aristas. Así como
el camino, perdidos y sin atisbar en ningún momento la silueta inconfundible de
la Peña. Está vez, no tuvo la culpa el prior, lo cierto es que es así, también
en la vida hay que aprender a caminar por caminos desconocidos, por caminos
cotidianos y dejarse envolver por el hermoso verde de la montaña. También en el
camino abierto de la cumbre, en lo inesperado surge el hontanar, el agua vida del arroyo. Así en la
subida, entre la soledad y el silencio, es el camino del encuentro con Dios.
Bueno a las tres horas y media, pudimos comer en el merendero
del Maillo, cansados, pero contentos. Después en automóvil, ascendimos hasta el
encuentro del convento de nuestra Señora de la Peña de Francia, antes
visitando, apenados, la “Casa Baja”, poco a poco en ruinas. Tomamos un café,
probamos la excelente tarta que nos ofreció el padre Rafael, y celebramos la
eucaristía a las seis de la tarde, presidida por el padre Ángel, junto, con
otros muchos peregrinos. Después nos hicimos una foto en el rollo de exención,
en medio de la plaza. Este rollo tiene grabadas las armas de Castilla y León,
el escudo de la Orden, un motivo mariano, y en la parte opuesta, un reo
aherrojado de pies con un dogal al cuello, símbolo del poder del prior del
convento. ¡Qué tiempos aquellos, en que los priores tenían tanto poder! ¡Ahora
siguen teniendo, pero menos!
Siempre que subo a la Peña, no dejan de subir peregrinos,
incluso de lugares lejanos, no sólo de la provincia o de Cáceres. No son los
signos de los tiempos, sino que la devoción a la Virgen de la Peña debió ser
una de las devociones marianas más significadas de toda la península Ibérica.
No sólo porque la difunde la orden por toda Castilla, existen ocho templos en
la península y uno en canarias, dedicados a la Virgen de la Peña, el más
cercano lo tenemos en Zamora. Además, se extiende al otro lado del mar, en toda
América. Es significativo, que incluso la difunden religiosos que no eran de la
Orden, como santo Toribio Mogrovejo arzobispo de Lima, recordando su estancia
en Salamanca, en el convento de santa Clara, coloca una imagen de la Virgen de
la Peña. Además pidió indulgencias al papa Clemente VIII, argumentando que era
una imagen de gran devoción.
De esa devoción queda reflejo en la literatura de los siglos
XVI y XVII. Así, Agustín de Moreto, que
en su obra Todo es enredo de amor, nos recuerda a la Virgen de la Peña:
Y echando la voz que viene
a cumplir una Novena
que es una dolencia grave
ofreció a la imagen bella
a quien llaman de la Peña
de Francia,....
Importantes alusiones a la Peña las recogen Cervantes en el
Quijote, poniendo en labios de Santo, cuando don Alonso de Quijano quiere
descender a la peligrosa cueva de Montesinos: ¡Dios te guíe y la Peña de
Francia, junto con la Trinidad de Gaeta (Virgen muy venerada por los
marineros de Nápoles, el monasterio fue fundado por Fernando de Anjou), flor,
nata y espuma de los caballeros andantes! También aparece en la Gitanilla,
donde un personaje finge ir “...a Nuestra Señora de la Peña de Francia a un
cierto negocio...”, aunque en realidad va tras la gitanilla.
Lope de Vega, en “El casamiento en la muerte”, en la
jornada tercera, es el ejercito de Carlomagno derrotado en Roncesvalles es el que
viene a Salamanca, a que Roldán muera a manos de Bernardo de Carpio.
Marcelio – Antes es cosa forzosa,
por memoria de esta hazaña,
que tenemos en España
Peña de Francia famosa...
Fr. Gabriel Tellez
(Tirso de Molina), escribió una obra de teatro con el claro título de La
Peña de Francia, que, aunque el objetivo principal es el advocación a la
Virgen de la Peña, casi toda la obra la ocupan las rivalidades amorosas y
políticas de los infantes, don Enrique y don Pedro, hermanos de Juan II de
Castilla. En ella también asoma la figura de Simón Vela, fugitivo de París por
no casarse y de romero en Castilla, cuando recibe el aviso del cielo que debe
encontrar una imagen de la Virgen escondida en la Peña de Francia, dando razón
unos carboneritos de Salamanca. En la Peña siente hambre y se duerme, así le
despierta el desprendimiento de una peña, donde encuentra escondida la imagen,
que saca con la ayuda de los aldeanos del lugar. Después, llega el rey don Juan II
en busca de don Enrique, y se ofrece a fundar allí un convento. Don Enrique
había sacado de Salamanca a doña Catalina hermana de don Juan, de la cual
estaba enamorado, el rey perdona y casa a los amantes. También don Pedro se
casa, en este caso con la bella hija de un carbonero, que en realidad era el
conde de Urgel, anciano y prófugo de la justicia.
No sólo aparece en la literatura, sino en libros de viajeros y
caminantes, como Richard Ford en su Manual para viajeros por España de
1846 escribía que..., El valle mide cosa de tres millas de longitud y dos de
anchura, y está ceñido por montes, de los que la Peña de Francia es la más alta
y silvestre; en esta “altura” se ve un santuario o capilla dedicada a la
Virgen, que es visitada por miles de personas el día 8 de septiembre. También
citar a la España desconocida. Notas para una excursión á la Alberca, Las
Jurdes, Batuecas y Peña de Francia de Marcos Rafael Blanco-Belmonte, escrita
en 1911. De nuestro Unamuno, ya hemos hablado muchas veces,quiero citar también al
catedrático francés Maurice Legendre, importante hispanista, que contribuyó a
restaurar, junto con el padre Matías y el padre Constantino, la devoción a la
Virgen de la Peña y a difundir el convento por todo el mundo.
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