lunes, 12 de agosto de 2013

Paradojas de la Calidad Brasil

 
 
 
 
 
 
 
 
 
Frei Betto
Adital


El Brasil mejora en cantidad pero pierde en calidad. El Índice de Desarrollo Humano (IDHM) de 5.565 municipios brasileños, divulgado por el IPEA el 29 de julio, subió el 47.5% en los últimos veinte años.
En 1991 el índice de municipios con IDH ‘muy bajo’ era del 85.8%. Hoy es apenas del 0.6%. En aquel año ningún municipio mereció la clasificación de ‘muy alto’. En el 2000 sólo São Caetano do Sul, en el ABC paulista. Ahora 44 municipios brasileños tienen IDH ‘muy alto’, entre ellos Belo Horizonte, que ocupa la posición 20.
Nuestro país mejoró en longevidad, en crecimiento de la renta de la población y en la educación. En veinte años la vida promedio del brasileño pasó de 64.7 años a 73.9. La renta creció 14.2%; una ganancia de US$ 160.
Pero no conviene olvidar que si hay diez gallinas y diez personas, eso no significa que haya una gallina por persona. Una de las personas podría ser la dueña de nueve gallinas. Nuestra distribución de la renta sigue siendo de las peores del mundo. Basta recordar que el Brasil es la cuarta mayor fortuna en paraísos fiscales.
Los millonarios brasileños viven quejándose de los impuestos. Del diente al labio. Los datos dicen que el Brasil es la cuarta fortuna mundial en paraísos fiscales: US$ 520.000 millones, un tercio del presupuesto del país, es dinero ocultado.
Ni tampoco todo son flores en nuestro IDH. Casi el 30% de las ciudades brasileñas tienen IDH ‘muy bajo’ en el apartado educación. Y sólo cinco ciudades obtienen la calificación ‘muy alto’.
La educación es el gran clavo de la calidad Brasil. Menos de la mitad de nuestros jóvenes de 18 a 20 años termina la enseñanza media: el 41% de los alumnos. Hace 20 años era el 13% de alumnos los que no alcanzaban el diploma de enseñanza media. En esto el Brasil va al paso del cangrejo, o sea para atrás. Si el 59% de los jóvenes no tienen toda la enseñanza media resulta difícil que nuestro país pueda suplir el déficit actual de profesionales cualificados, como médicos e ingenieros.
"El Brasil avanzó más en la generalización del acceso a la educación. Ahora es necesario generalizar el aprendizaje”, afirma Priscila Cruz, de Todos por la Educación. Y rescatar la calidad de nuestras escuelas públicas, hoy por hoy depreciadas.
El Distrito Federal posee el mejor IDH entre las unidades de nuestra federación. Minas Gerais ocupa el 9° lugar. Entre las capitales, Belo Horizonte ocupa el 5° lugar, detrás de Florianópolis, Vitoria, Brasilia y Curitiba. Alagoas y su capital, Maceió, tienen el peor IDH del país.
Conviene subrayar que el 99% de los municipios con IDH en educación ‘alto’ o ‘muy alto’ quedaron por debajo de las notas consideradas satisfactorias, en Lengua Portuguesa y Matemáticas, en la Prueba Brasil 2011.
Los problemas de nuestra enseñanza media son la falta de calidad (sin tiempo integral, informática, laboratorios, y con profesores mal remunerados y sin formación permanente) y el abismo entre lo que se enseña y la realidad en que viven nuestros jóvenes (falta de pedagogía y adecuación a las nuevas tecnologías).
En el 2009 el Programa Internacional de Evaluación de Alumnos (PISA) clasificó al Brasil en el puesto 53, de entre 65 países, por detrás de México, Uruguay y Chile. Son raros los alumnos de nuestras universidades que logran escribir una sencilla carta sin errores graves de ortografía. Y a la mayoría le falta el hábito de leer buena literatura.
Hay que oír la voz de las calles. El 85.2% de nuestros jóvenes consideran la educación como una prioridad. El gobierno federal no puede continuar, en materia de educación, en pasos de escuela de baile, uno adelante y dos atrás, como sucede con los cursos de medicina. Es urgente dedicar al menos el 10% del PIB a la educación, al incremento de la enseñanza profesional y al rescate de la escuela pública gratuita, a tiempo completo y de calidad.
En una conferencia ante más de cinco mil profesionales de la enseñanza, en Brasilia, pedí que levantaran las manos los profesores. Casi todos lo hicieron. A continuación pedí que hicieran lo mismo quienes sueñan con tener un hijo o hija en el magisterio. Poquísimos levantaron su mano. Triste es el país que no se enorgullece de sus profesores, concediéndoles condiciones dignas y calificadas de trabajo.

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