lunes, 13 de mayo de 2013

Volvemos a la Peña de Francia

Volvemos a la Peña de Francia
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Juan Antonio Mateos Pérez
Ya está Fray Juan José preparando la marcha a pie a la Peña de Francia, además está, la convivencia final de la Escuela y de la asociación de alumnos a finales de junio. Recordamos también, que el próximo 19 de mayo se celebra los 579 años de su aparición, como sabemos fue encontrada por el francés Simón Roland (o Simón Vela) en el año 1434.  Es un espacio geográfico para la meditación y el recogimiento espiritual. En esa cumbre donde el sol parece estrellarse y el tiempo, como decía don Miguel, cae hilo a hilo, gota a gota, como introduciéndose en uno mismo y en el que permite abrirte a la meditación.
Son muchas las obras publicadas sobre la Peña de Francia, cómo no recordar la del el padre Alberto Colunga, Santuario de la Peña de Francia, donde después de un primer capítulo geográfico y toponímico, dedicaba los siguientes capítulos a las imágenes del santuario, a la historia del mismo, así como al culto de la imagen y su coronación. La obra parte, como comenta en su prólogo del año 1933, preparando el quinto centenario de la fundación del monasterio en el año 1434.
Del año 1988, en la editorial de San Esteban, ya fuera de colección está la obra Fernando Soria Heredia: El santuario de nuestra Señora de la Peña de Francia. En esta obra se cuenta no sólo la geografía y la historia del santuario y del culto a la imagen, hace un recorrido por la Peña de Francia, la leyenda y la literatura del siglo de oro, Unamuno y la Peña de Francia, la Peña y los toreros, así como la coronación de la imagen.
En el año 1995, Jesús María Vázquez publica, La Peña de Francia. El libro del peregrino, publicada en la imprenta de Calatrava. Realiza no sólo una introducción geográfica, también sociológica, para dedicar una segunda parte a la peregrinación a la Peña de Francia. Comenta en su introducción que no es un libro de historia, ni de geografía, ni una guía turística, tampoco un devocionario. Es una antología de textos en torno a la devoción de Santa María, en su advocación a la virgen de la Peña, es un ramillete de sentimientos, penas, alegrías, peticiones, etc.
En el año 2002, el padre Espinel publicará una guía turística e ilustrada en cuarenta y cuatro páginas, que quiere ser una introducción para una primera visita al santuario. Su título será: Peña de Francia: Historia, peregrinos y paisajes, publicada en la editorial San Esteban, aunque está fuera de colección, no está agotado.
Al año siguiente, aparecerá el libro más reciente que se ha escrito sobre la Peña de Francia. Los autores son el Fr. Ángel Pérez Casado y Fr. Alfredo Encinas Martín, Peña de Francia: Historia, arte, entorno, publicado también por la editorial San Esteban. Es un libro que está destinado tanto para el turista, como el peregrino. Está organizado en tres secciones, una primera será una guía artístico- monumental, donde se informa del origen histórico, y de cada uno de los edificios del lugar. Una segunda, es una guía histórico-religiosa, será una historia del santuario, así como de sur servicios religiosos. Por último, aparece una guía medio – ambiental, es un estudio geográfico y ecológico del entorno, así como una serie de rutas para disfrutar a pie, como caminante o peregrino.

Si ya ha profundizado sobre la historia del Santuario, sobre el culto a la Virgen o bien sobre los viajeros y visitantes, puede dedicarse a la meditación y a la oración. Un libro de oraciones, un evangeliario, es muy recomendable bien dentro de la iglesia o en cualquiera de los miradores, bien sea el balcón del fraile, el de Santiago o el mirador de Santo Domingo. Para ello es recomendable el libro de José María Guervós Hoyos: Hoy he llegado a ti..., a la Virgen de la Peña de Francia. Es un libro de poemas dedicados a la Virgen y editado por la editorial San Esteban en el año 2003:

¿Cómo pagar tu viento y tu armonía?
¿Cómo pagar tu noche sosegada?
¿Cómo pagar la luz de tu alborada:
tus limpias fuentes y tu sol que ardía...?

Bueno, no será por libros, sino llegamos en la caminata a pie, o llegamos agotados, pero por lo menos llegaremos ilustrados, a ese privilegiado espacio del silencio como le gustaba llamarla a Unamuno, y en él parecía oír, todo lo que la tierra calla. Unamuno no tomó la angustia de Kierkegaard, la experimentó en su propio ser. Sabemos la que sufrió en el año 1897, en la que se refugió en el convento de San Esteban. Pero en 1921, la congoja le volvió a visitar en la cumbre de Peña de Francia. Escribe que sediento contemplaba una vez las espesuras del Zarzoso, y que la angustia era grande, no podía contemplar con sosiego que la contemplación estética exige, creía que se le pararía el corazón, o a cuajarse la sangre y de ahí llegó a la angustia mora, religiosa, metafísica… Así Unamuno comprendió el valor metafórico del paisaje, tal vez como el místico, que se despoja del mundo y busca el silencio absoluto, donde encontrará el todo en la nada, el saber en la ignorancia y lo divino en la negación propia. La muerte, el vivir y pervivir, la necesidad de lo eterno:
Méteme, Padre Eterno, en tu pecho;
misterioso hagar.
Dormiré, que vengo deshecho
de tanto bregar.

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