Santa Sofía, Estambul |
Hace unos
días realicé una peregrinación y un viaje de estudios bíblicos con la parroquia
de la Purísima, intentábamos ir tras las huellas de Pablo y las primeras
comunidades cristianas, atravesando gran parte de Turquía. La ruta empezaba
en Antioquía y terminaba en Estambul, donde estuvimos cuatro días.
Sorprendentemente es la ciudad más poblada del país, aunque no es la capital,
pero sí una ciudad de contrastes. Dos continentes, Europa y Asia, una población
muy asiática y a la vez europea, una ciudad musulmana con un profundo
pasado cristiano. Pero también un caos de tráfico, una ciudad- comercio, con
cientos de personas transitando por sus calles, con un abanico de colores,
sabores y olores. Ciertos barrios, un poco abandonados, pero nos recordaba Juan
Goytisolo, que la belleza del conjunto avasalla, borra la fealdad de sus
partes. Como si fuera un escenario cinematográfico, se mezclan los juegos de
luces, con el colorido blanco y verde, y el mar azulado siempre al fondo,
rodeando la escena.
Es
denominada la ciudad de los minaretes, pero a pesar del dominio musulmán, uno
se puede adentrar en los restos de antiguas iglesias cristianas, e incluso,
sinagogas, reconvertidas en mezquitas. Se dice que no es religiosa, según la
república de Atatürk, pero la voz el muecín inunda los cuatro puntos cardinales
de la urbe, a pesar del trajín comercial o administrativo de cualquier ciudad.
Las pocas iglesias cristianas de culto activo, las podemos encontrar escondidas
tras algún patio o una verja. Aunque, algunos viajeros como Pierre Loti,
su café sigue siendo una atracción turística, le atraía ese carácter
exótico y oriental de Estambul, criticando su occidentalización.
Como en
Konya, en Estambul, el sufismo está presente en su espiritualidad. La lírica
musical de Mevlana inunda el horizonte de sus minaretes, donde los
derviches en la privacidad, siguen girando en su danza mística, al ritmo de las
Suras del Corán y una filosofía platónica. En el sufismo, Dios se manifiesta en
el interior del alma del hombre, alma que se separa del cuerpo para purificarse
y llegar a nuevas cotas de perfección. Pero sobre el bosque de minaretes, de
las mezquitas Azul, de Solimán, Nueva, etc, sobrecoge el pasado cristiano en el
templo que Justiniano, dedicó a la Sabiduría Divina, HAGIA SOFIA.
La Madre de Dios presentando a la Sabiduría Divina
Madre de Dios presentando a la Sabiduría Divina |
La Sabiduría Divina está muy presente en el Antiguo Testamento, como en los libros de los Proverbios y Eclesiástico. Es la que sale de la boca del Altísimo, fundada desde la eternidad. En el libro de la Sabiduría, después de haber contemplado la Sofía, como un soplo de potencia divina y la gloria del Todopoderoso, describe las intervenciones decisivas en la historia desde la creación del primer ser humano. Las primeras comunidades cristianas de la mano de Pablo y Juan, desarrollan una cristología de corte sapiencial. Así las primeras comunidades cristianas identificarán la Sabiduría Divina y la persona de Jesucristo, donde Éste, será colaborador del Padre en la creación. Sería algo así, como una mirada de Dios hacia afuera, hacia el mundo creado, como Sabiduría Divina del mundo. Donde Dios, han entrado en el mundo no sólo para sanarlo o iluminarlo, está presente como Sabiduría desde sus inicios, ordenándola y embelleciéndola. San Agustín, nos recordaba, a cualquier sitio que mires, la Sabiduría te habla por los vestigios que ha impreso en sus obras.
Pantocrátor de Santa Sofía |
Así, desde estas
premisas se construye una de las obras cumbres del arte Bizantino. Representa
la síntesis entre Oriente y Occidente. En ella se funden las dos concepciones
del mundo y se forma un estilo nuevo, completamente original, con la simbiosis
entre la cúpula, como símbolo del arte oriental, y la planta basilical, cuyo
origen está en Occidente. No es la Theótokos la protagonista, ella nos presenta
a un niño, el Cristo, que representa la Sabiduría Divina. El
inmenso ámbito que creaba la bóveda por encima de los fieles quería representar
un único Dios y una única fe para toda la humanidad.
Hoy sigue,
aunque como museo, sigue ahí, coqueteando con las imponentes mezquitas,
que se inspiraron en su construcción. No sé, pero me vienen a la mente las
palabras del teólogo dominico Schillebeeckx, hay más verdad en el conjunto
de todas las religiones que en una sola religión aislada. Es cierto, el Islam
salvaguarda mejor la unicidad de Dios, pero el cristianismo insiste más en la
dimensión personal y ha sabido beber mejor del pensamiento y la razón. Cuando
las religiones solo beben de su propio pozo, sin atender a las profecías que
vienen de fuera, pueden terminar creyendo que la única verdad es la suya. Una
religión pensada, nunca se deslizará hacia tentaciones fundamentalistas.
“Buscamos
por doquiera el absoluto y sólo encontramos cosas”
Novalis,
Himnos a la noche"
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