miércoles, 6 de agosto de 2014

Domingo de Guzmán. La fuerza de la palabra



   

Santo Domingo por fray Angelico

El viernes día 8 se recuerda a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden dominicana. Inicialmente su fiesta se celebraba el 5 de agosto, luego pasó al 4 y, desde 1969 se celebra el 8 de agosto. Aunque en realidad, muere el viernes 6 de agosto de 1221, fiesta de la Transfiguración del Señor, rodeado de sus hermanos dominicos. Sus restos descansan en la basílica del convento dominico de Bolonia.
 Su biografía es muy conocida, nació en Caleruega, localidad de la provincia de Burgos, entonces perteneciente a la diócesis de Osma.  Más allá de la leyenda de su vida, parece que Domingo, así lo subrayaron sus contemporáneos, destacó por la fuerza de su santidad y la solidez de su obra, plasmada en la vivencia profunda del Evangelio. Cuando fue estudiante en Palencia, vino por la región una gran hambre y las gentes suplicaban alguna ayuda para sobrevivir. Domingo repartió en su casa todo lo que tenía y hasta el mobiliario. Luego, cuando ya no le quedaba nada más con qué ayudar a los hambrientos, vendió lo que más amaba y apreciaba, sus libros. Diciendo: “No quiero estudiar sobre pieles muertas, y que los hombres mueran de hambre”
En esta época fue canónigo regular en Osma, bajo la regla de san Agustín. Allí ocupó los cargos de sacristán del Cabildo catedralicio y subprior. Trabó una amistad profunda con su obispo, Diego de Acebes, gran conocedor de la Escritura. En el año 1203, rey Alfonso VIII de Castilla le envió como embajador a Las Marcas para concertar el matrimonio de su hijo con la hija de un noble de Escandinavia, en esta empresa se llevó consigo a Domingo. Para ambos, fue una experiencia nueva, que les cambiará la vida. En Toulouse se darán cuenta de las desviaciones de los cristianos albigenses y su misión se centrará en la predicación. No irá de francotirador, ya que el que primero toma la iniciativa es su obispo, Diego de Acebes. La predicación de Domingo, se ejerce dentro de la Iglesia, que desde los orígenes, ha llevado el evangelio hasta los confines de la tierra. En la predicación redescubre la pobreza de los primeros discípulos del Cristo, afirmando un gusto apasionado por la verdad y confiando en la inteligencia del creyente, donde en la búsqueda sincera de Dios, siempre se hará presente.
Santo Domingo por fray Angelico
 Descubre en esa unidad de la Iglesia, la tradición de la vida religiosa, masculina, femenina y también del laicado, empequeñecido en nuestra contemporaneidad. Domingo ofrecerá el servicio de una Orden de Predicadores, que quería ser abierta al mundo, que reflejara la Universalidad de la Iglesia. El papa Inocencio III, hará posible las aspiraciones de Domingo, aunque se concretaron con su sucesor, Honorio III, que  aprobó la Orden de los Frailes Predicadores en sus dos bulas del 22 de diciembre de 1216 y aprobó igualmente sus dos elementos esenciales: el estado canonical y la predicación.
Estamos muy cerca de celebrar los ochocientos años de la fundación de la Orden de Predicadores y ahí está presente, hoy el espíritu de Domingo, que arranca de las mismas raíces del Evangelio de Jesús de Nazaret. Al año siguiente, en 1217, en la fiesta de Pentecostés, Domingo comunicó a sus frailes la decisión de dispersarlos. Tal decisión preció una locura tanto a sus amigos como a los mismos frailes, pensaban que la dispersión acabaría con la Orden. Sin embargo, Domingo permaneció firme en su decisión y respondió a quienes no estaban de acuerdo diciendo: “¡No me contradigáis! Sé muy bien lo que hago”. El curso de los acontecimientos puso de manifiesto el acierto de tal decisión. La Orden va a hacerse presente desde el primer momento en los dos centros universitarios más importantes de la cristiandad occidental como eran París, Bolonia, Salamanca, etc.
Santo Domingo, convento de San Pablo de Valladolid





En Salamanca, se hacen presentes muy pronto, en el año 1222, cuatro años después de que se fundara la Universidad de Salamanca. Su primera ubicación fue extramuros, en el barrio de los mozárabes, allí  fundaron un convento junto a la iglesia de San Juan el Blanco. Al no existir enseñanzas de Teología en la Universidad, tenían que estudiar en el propio convento, ya que era necesaria para la predicación y los diferentes capítulos de la Orden, en Burgos, Salamanca, Milán, etc., la hacían necesaria. En el capítulo provincial en Salamanca, presidido por el beato Gil de Santarem, dará normas concretas: “En cada convento lo referente a estudios debe ser ordenador por el prior; el doctor y otro tercero elegido por ellos, si esos tres no estuvieran de acuerdo prevalecerá la sentencia de dos de ellos”. La llegada a Salamanca, fue muy bien recibida, ya que eran hombres cultos, moralizadores y se harán populares por su predicación, que se ejercerá no sólo en los templos, sino en las plazas y calles de la ciudad.
Este espíritu se ha mantenido a lo largo de los siglos, sin olvidar momentos oscuros de muchos de sus hijos, pero, no podemos olvidar a importantes personajes, santos y mártires de la orden. Entre sus santos y santas destacan, Tomás de Aquino, Jacinto de Polonia, Rosa de Lima, Inés Montepulciano, Raimundo de Peñafort, Pedro de Verona, Papa Pío V, Catalina de Ricci, Catalina de Siena, Martín de Porres, Margarita de Humgría, Fray Angelico o Alberto Magno. Como olvidar el espíritu de Fray Luis de Granada, Bartolomé de las Casas, Juan González Arintero, Francisco de Vitoria, Antón de Montesino, etc. Muy significativas fueron las aportaciones dominicanas en el siglo XX y en especial el Concilio Vaticano II. Piénsese, por ejemplo, que la fundación de la Escuela Bíblica de Jerusalén en 1890 por Marie-Joseph Lagrange, supuso un gran avance para la exégesis bíblica católica. De ella salieron grandes pensadores bíblicos, como Marie-Émile Boismard, ayudó a generaciones enteras de dominicos a utilizar convenientemente la Biblia en sus reflexiones teológicas, como es claro en las obras de Chenu, Congar o Schillebeeckx. Todos aportaron su saber y su experiencia en el Concilio Vaticano II.
Fray Dominique Pire recibiendo el premio Nobel
Recordar a fray Dominique Pire, premio Nobel de la Paz en el año 1958,  por haber trabajado por los refugiados después de la segunda Guerra Mundial. A partir de 1950 crea por toda Europa Asilos en los que los ancianos que puedan salir de los campos de refugiados reciben alojamiento, vestidos, comida y se les cuidará hasta la muerte. En pocos años más de 200.000 desplazados encuentran de esta manera amor y cobijo. En la enorme tarea de la solidaridad y de la paz llegó a ser «un embajador de la conciencia humana» «según un amigo marroquí; un pastor de la humanidad» para un soviético; «la voz de los sin voz» de acuerdo con la admirable expresión del abbé Pierre.
Hoy podemos ver el espíritu de domingo en el Mejicano, fray Raúl Vera, obispo de la diócesis de Saltillo, voz profética en Iberoamérica. Ha recibido el  «Premio Rafto 2010» otorgado por la «Fundación Rafto» de Bergen, Noruega por la defensa de los derechos humanos. Candidato al «Premio Nobel de la Paz 2012», por su trabajo a favor de los derechos humanos en México. En su labor pastoral destaca su defensa de los Derechos Humanos, el apoyo de las reivindicaciones de mejora laboral de los mineros y demás trabajadores de la región, la ayuda a los inmigrantes mediante el proyecto Frontera con Justicia, la lucha contra la discriminación que padecen los homosexuales y la creación del centro Diocesano para los Derechos Humanos Fray Juan de Larios. También brinda ayuda a los familiares de personas desaparecidas de manera forzada en Coahuila quienes integran las Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila" (FUUNDEC).
Podíamos destacar a otros muchos, tal vez poco conocidos, que trabajan en todo el mundo, desde la selva de Puerto Maldonado a cualquier chabola de las grandes ciudades empobrecidas, desde el diálogo interreligioso en Estambul a cualquier pueblo de nuestra Salamanca. Quisiéramos terminar con el testamento de Domingo, según su biógrafo español Pedro Ferrando:
Hermanos míos, Como hijos míos sois herederos directos de todo lo que poseo: sed caritativos, sed humildes, sed pobres.
Fray Raúl Vera, obispo de Saltillo

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