El viernes
pasado, un nuevo grupo de Biblia de la Purísima se pone en camino, quiere
seguir los caminos de Pablo de Tarso y de las primeras comunidades cristianas,
capitaneados por José Manuel Hernández, Párroco y responsable de los grupos de
Biblia desde hace más de treinta años. Estas peregrinaciones parroquiales
empezaron en el año 1992 en Tierra Santa, y es la segunda vez que se parte tras
"Tras los pasos de Pablo y de las primeras comunidades cristianas"
en Turquía. La primera fue en el año 2011, del 16 al 29 de agosto, como
recordaba José Manuel y los peregrinos de ese año, fue un viaje muy
ilustrativo, que nos ha permitido conocer mejor las raíces de nuestra fe y nos
ha acercado a los textos del Nuevo Testamento. A la vez, ha supuesto para todos
una experiencia religiosa intensa, de la que hemos regresado radiantes y
felices.
Desde
antiguo el hombre quiere ir más allá de sí, salir de su espacio y encontrarse
con Dios. Ya Abraham abandonó su tierra de Ur para ir a la tierra que Dios la
había prometido, así también Israel peregrinó por el desierto más allá de
Egipto buscado su tierra prometida. Hoy, hay muchos peregrinos y caminantes que
hacen el Camino de Santiago, o algún santuario, en Salamanca a Cabrera, muchos
movidos por una experiencia intensa de fe, por la devoción, por un voto, por
una gracia o simplemente por la salud, recuperada o que se quiere recuperar.
Todo eso está muy bien, pero yo estaba pensado en ese otro viaje de la vida más
largo y difícil en la búsqueda de Dios, a esa tierra prometido, pero que en
ciertos momentos, y de un modo concreto, reposando su profundidad en el estudio
de la Biblia, desea dar gracias en el silencio y seguir buscando en medio de
las oscuridades de la existencia.
Esta
búsqueda, se ha expresado en todas las culturas como un camino. Mircea Eliade,
hablaba del ”homo viator”, al estudiar los desplazamientos humanos en el
paleolítico superior, muchos de estos conducían a santuarios. Esta imagen la
expresó Jorge Manrique en sus coplas: “Nuestras vidas son los ríos, que van a
dar al mar, que es el morir…” Aunque, como cristianos pensamos, que no nos
quedamos en el mar, sino que lo cruzamos para llegar a nuestro verdadero hogar,
la casa del Padre. La historia de la salvación, nos recuerda el camino de Dios,
«mis caminos no son vuestros caminos». Dios que baja al camino del hombre, que
lo acompaña, que viene a su encuentro. Es el símbolo de la encarnación en el
que Jesús se pone a caminar con nosotros, es el Dios-con-nosotros, con todas
las consecuencias de humanización de lo divino, de presencia de lo divino en la
historia.
Visitaremos
los primeros lugares de los que nos han antecedido en la fe, iglesias, altares,
ciudades casi abandonadas, iglesias de hermanos ortodoxos, mezquitas, espacios
de fe. Estas iglesias no sólo son creación humana, son más, es como el pueblo
ha intentado expresar su fe en una cultura concreta. Podemos citar Ha
mediado entre Dios y el hombre, entre lo espiritual y lo sensible, es una de
las maneras simbólicas de expresar lo incondicionado. Es cierto, otras formas
como la filosofía y la teología son más directas, pero en el arte siempre
podemos descubrir expresiones de transcendencia, y por lo tanto también una
forma de desvelar la verdad, como nos recordaba Heidegger. Ese deseo de ir
siempre más allá, de rebelarse antes los límites de la existencia, de
reorganizar el todo para entender y ser. En la materia, también se puede
descubrir como una experiencia mística, una epifanía de lo divino, es el
“misterio del octavo día” como gustan los teólogos ortodoxos.
Nos hablan
de paisajes únicos, como la Capadocia, u otros donde se ha buscado no sólo la
belleza, ir más allá. La belleza de la naturaleza, también nos desvela en
sentido del ser, la montaña, el monte, es el lugar de Dios. Para encontrarse
con Él hay que subir, dejar el llano, la cotidianidad. Así nos lo recordaba
Moisés en el Sinaí. Detrás de cada montaña, está siempre la casa del Padre, lo
recordaba Israel y el propio Jesús. También, que antes de subir a la montaña,
deberemos caminar durante largo tiempo por el llano de la medianía, por el
llano de la paciencia de la fe.
Luis Cernuda
Peregrino
¿Volver?
Vuelva el que tenga,
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espere.
Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espere.
Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.
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El
viernes pasado, un nuevo grupo de Biblia de la Purísima se pone en
camino, quiere seguir los caminos de Pablo de Tarso y de las primeras
comunidades cristianas, capitaneados por José Manuel Hernández, Párroco y
responsable de los grupos de Biblia desde hace más de treinta años.
Estas peregrinaciones parroquiales empezaron en el año 1992 en Tierra
Santa, y es la segunda vez que se parte tras "Tras los pasos de Pablo y de las primeras comunidades cristianas" en Turquía. La primera fue en el año 2011, del 16 al 29 de agosto, como recordaba José Manuel y los peregrinos de ese año, fue un
viaje muy ilustrativo, que nos ha permitido conocer mejor las raíces de
nuestra fe y nos ha acercado a los textos del Nuevo Testamento. A la
vez, ha supuesto para todos una experiencia religiosa intensa, de la que
hemos regresado radiantes y felices.
Desde antiguo el hombre quiere ir más allá de sí, salir de su espacio y encontrarse con Dios. Ya Abraham abandonó su tierra de Ur para ir a la tierra que Dios la había prometido, así también Israel peregrinó por el desierto más allá de Egipto buscado su tierra prometida. Hoy, hay muchos peregrinos y caminantes que hacen el Camino de Santiago, o algún santuario, en Salamanca a Cabrera, muchos movidos por una experiencia intensa de fe, por la devoción, por un voto, por una gracia o simplemente por la salud, recuperada o que se quiere recuperar. Todo eso está muy bien, pero yo estaba pensado en ese otro viaje de la vida más largo y difícil en la búsqueda de Dios, a esa tierra prometido, pero que en ciertos momentos, y de un modo concreto, reposando su profundidad en el estudio de la Biblia, desea dar gracias en el silencio y seguir buscando en medio de las oscuridades de la existencia.
Esta búsqueda, se ha expresado en todas las culturas como un camino. Mircea Eliade, hablaba del ”homo viator”, al estudiar los desplazamientos humanos en el paleolítico superior, muchos de estos conducían a santuarios. Esta imagen la expresó Jorge Manrique en sus coplas: “Nuestras vidas son los ríos, que van a dar al mar, que es el morir…” Aunque, como cristianos pensamos, que no nos quedamos en el mar, sino que lo cruzamos para llegar a nuestro verdadero hogar, la casa del Padre. La historia de la salvación, nos recuerda el camino de Dios, «mis caminos no son vuestros caminos». Dios que baja al camino del hombre, que lo acompaña, que viene a su encuentro. Es el símbolo de la encarnación en el que Jesús se pone a caminar con nosotros, es el Dios-con-nosotros, con todas las consecuencias de humanización de lo divino, de presencia de lo divino en la historia.
Visitaremos los primeros lugares de los que nos han antecedido en la fe, iglesias, altares, ciudades casi abandonadas, iglesias de hermanos ortodoxos, mezquitas, espacios de fe. Estas iglesias no sólo son creación humana, son más, es como el pueblo ha intentado expresar su fe en una cultura concreta. Podemos citar Ha mediado entre Dios y el hombre, entre lo espiritual y lo sensible, es una de las maneras simbólicas de expresar lo incondicionado. Es cierto, otras formas como la filosofía y la teología son más directas, pero en el arte siempre podemos descubrir expresiones de transcendencia, y por lo tanto también una forma de desvelar la verdad, como nos recordaba Heidegger. Ese deseo de ir siempre más allá, de rebelarse antes los límites de la existencia, de reorganizar el todo para entender y ser. En la materia, también se puede descubrir como una experiencia mística, una epifanía de lo divino, es el “misterio del octavo día” como gustan los teólogos ortodoxos.
Nos hablan de paisajes únicos, como la Capadocia, u otros donde se ha buscado no sólo la belleza, ir más allá. La belleza de la naturaleza, también nos desvela en sentido del ser, la montaña, el monte, es el lugar de Dios. Para encontrarse con Él hay que subir, dejar el llano, la cotidianidad. Así nos lo recordaba Moisés en el Sinaí. Detrás de cada montaña, está siempre la casa del Padre, lo recordaba Israel y el propio Jesús. También, que antes de subir a la montaña, deberemos caminar durante largo tiempo por el llano de la medianía, por el llano de la paciencia de la fe.
Luis Cernuda
Peregrino
¿Volver? Vuelva el que tenga,
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espere.
Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.
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Desde antiguo el hombre quiere ir más allá de sí, salir de su espacio y encontrarse con Dios. Ya Abraham abandonó su tierra de Ur para ir a la tierra que Dios la había prometido, así también Israel peregrinó por el desierto más allá de Egipto buscado su tierra prometida. Hoy, hay muchos peregrinos y caminantes que hacen el Camino de Santiago, o algún santuario, en Salamanca a Cabrera, muchos movidos por una experiencia intensa de fe, por la devoción, por un voto, por una gracia o simplemente por la salud, recuperada o que se quiere recuperar. Todo eso está muy bien, pero yo estaba pensado en ese otro viaje de la vida más largo y difícil en la búsqueda de Dios, a esa tierra prometido, pero que en ciertos momentos, y de un modo concreto, reposando su profundidad en el estudio de la Biblia, desea dar gracias en el silencio y seguir buscando en medio de las oscuridades de la existencia.
Esta búsqueda, se ha expresado en todas las culturas como un camino. Mircea Eliade, hablaba del ”homo viator”, al estudiar los desplazamientos humanos en el paleolítico superior, muchos de estos conducían a santuarios. Esta imagen la expresó Jorge Manrique en sus coplas: “Nuestras vidas son los ríos, que van a dar al mar, que es el morir…” Aunque, como cristianos pensamos, que no nos quedamos en el mar, sino que lo cruzamos para llegar a nuestro verdadero hogar, la casa del Padre. La historia de la salvación, nos recuerda el camino de Dios, «mis caminos no son vuestros caminos». Dios que baja al camino del hombre, que lo acompaña, que viene a su encuentro. Es el símbolo de la encarnación en el que Jesús se pone a caminar con nosotros, es el Dios-con-nosotros, con todas las consecuencias de humanización de lo divino, de presencia de lo divino en la historia.
Visitaremos los primeros lugares de los que nos han antecedido en la fe, iglesias, altares, ciudades casi abandonadas, iglesias de hermanos ortodoxos, mezquitas, espacios de fe. Estas iglesias no sólo son creación humana, son más, es como el pueblo ha intentado expresar su fe en una cultura concreta. Podemos citar Ha mediado entre Dios y el hombre, entre lo espiritual y lo sensible, es una de las maneras simbólicas de expresar lo incondicionado. Es cierto, otras formas como la filosofía y la teología son más directas, pero en el arte siempre podemos descubrir expresiones de transcendencia, y por lo tanto también una forma de desvelar la verdad, como nos recordaba Heidegger. Ese deseo de ir siempre más allá, de rebelarse antes los límites de la existencia, de reorganizar el todo para entender y ser. En la materia, también se puede descubrir como una experiencia mística, una epifanía de lo divino, es el “misterio del octavo día” como gustan los teólogos ortodoxos.
Nos hablan de paisajes únicos, como la Capadocia, u otros donde se ha buscado no sólo la belleza, ir más allá. La belleza de la naturaleza, también nos desvela en sentido del ser, la montaña, el monte, es el lugar de Dios. Para encontrarse con Él hay que subir, dejar el llano, la cotidianidad. Así nos lo recordaba Moisés en el Sinaí. Detrás de cada montaña, está siempre la casa del Padre, lo recordaba Israel y el propio Jesús. También, que antes de subir a la montaña, deberemos caminar durante largo tiempo por el llano de la medianía, por el llano de la paciencia de la fe.
Luis Cernuda
Peregrino
¿Volver? Vuelva el que tenga,
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espere.
Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.
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viernes pasado, un nuevo grupo de Biblia de la Purísima se pone en
camino, quiere seguir los caminos de Pablo de Tarso y de las primeras
comunidades cristianas, capitaneados por José Manuel Hernández, Párroco y
responsable de los grupos de Biblia desde hace más de treinta años.
Estas peregrinaciones parroquiales empezaron en el año 1992 en Tierra
Santa, y es la segunda vez que se parte tras "Tras los pasos de Pablo y de las primeras comunidades cristianas" en Turquía. La primera fue en el año 2011, del 16 al 29 de agosto, como recordaba José Manuel y los peregrinos de ese año, fue un
viaje muy ilustrativo, que nos ha permitido conocer mejor las raíces de
nuestra fe y nos ha acercado a los textos del Nuevo Testamento. A la
vez, ha supuesto para todos una experiencia religiosa intensa, de la que
hemos regresado radiantes y felices.
Desde antiguo el hombre quiere ir más allá de sí, salir de su espacio y encontrarse con Dios. Ya Abraham abandonó su tierra de Ur para ir a la tierra que Dios la había prometido, así también Israel peregrinó por el desierto más allá de Egipto buscado su tierra prometida. Hoy, hay muchos peregrinos y caminantes que hacen el Camino de Santiago, o algún santuario, en Salamanca a Cabrera, muchos movidos por una experiencia intensa de fe, por la devoción, por un voto, por una gracia o simplemente por la salud, recuperada o que se quiere recuperar. Todo eso está muy bien, pero yo estaba pensado en ese otro viaje de la vida más largo y difícil en la búsqueda de Dios, a esa tierra prometido, pero que en ciertos momentos, y de un modo concreto, reposando su profundidad en el estudio de la Biblia, desea dar gracias en el silencio y seguir buscando en medio de las oscuridades de la existencia.
Esta búsqueda, se ha expresado en todas las culturas como un camino. Mircea Eliade, hablaba del ”homo viator”, al estudiar los desplazamientos humanos en el paleolítico superior, muchos de estos conducían a santuarios. Esta imagen la expresó Jorge Manrique en sus coplas: “Nuestras vidas son los ríos, que van a dar al mar, que es el morir…” Aunque, como cristianos pensamos, que no nos quedamos en el mar, sino que lo cruzamos para llegar a nuestro verdadero hogar, la casa del Padre. La historia de la salvación, nos recuerda el camino de Dios, «mis caminos no son vuestros caminos». Dios que baja al camino del hombre, que lo acompaña, que viene a su encuentro. Es el símbolo de la encarnación en el que Jesús se pone a caminar con nosotros, es el Dios-con-nosotros, con todas las consecuencias de humanización de lo divino, de presencia de lo divino en la historia.
Visitaremos los primeros lugares de los que nos han antecedido en la fe, iglesias, altares, ciudades casi abandonadas, iglesias de hermanos ortodoxos, mezquitas, espacios de fe. Estas iglesias no sólo son creación humana, son más, es como el pueblo ha intentado expresar su fe en una cultura concreta. Podemos citar Ha mediado entre Dios y el hombre, entre lo espiritual y lo sensible, es una de las maneras simbólicas de expresar lo incondicionado. Es cierto, otras formas como la filosofía y la teología son más directas, pero en el arte siempre podemos descubrir expresiones de transcendencia, y por lo tanto también una forma de desvelar la verdad, como nos recordaba Heidegger. Ese deseo de ir siempre más allá, de rebelarse antes los límites de la existencia, de reorganizar el todo para entender y ser. En la materia, también se puede descubrir como una experiencia mística, una epifanía de lo divino, es el “misterio del octavo día” como gustan los teólogos ortodoxos.
Nos hablan de paisajes únicos, como la Capadocia, u otros donde se ha buscado no sólo la belleza, ir más allá. La belleza de la naturaleza, también nos desvela en sentido del ser, la montaña, el monte, es el lugar de Dios. Para encontrarse con Él hay que subir, dejar el llano, la cotidianidad. Así nos lo recordaba Moisés en el Sinaí. Detrás de cada montaña, está siempre la casa del Padre, lo recordaba Israel y el propio Jesús. También, que antes de subir a la montaña, deberemos caminar durante largo tiempo por el llano de la medianía, por el llano de la paciencia de la fe.
Luis Cernuda
Peregrino
¿Volver? Vuelva el que tenga,
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espere.
Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.
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Esta búsqueda, se ha expresado en todas las culturas como un camino. Mircea Eliade, hablaba del ”homo viator”, al estudiar los desplazamientos humanos en el paleolítico superior, muchos de estos conducían a santuarios. Esta imagen la expresó Jorge Manrique en sus coplas: “Nuestras vidas son los ríos, que van a dar al mar, que es el morir…” Aunque, como cristianos pensamos, que no nos quedamos en el mar, sino que lo cruzamos para llegar a nuestro verdadero hogar, la casa del Padre. La historia de la salvación, nos recuerda el camino de Dios, «mis caminos no son vuestros caminos». Dios que baja al camino del hombre, que lo acompaña, que viene a su encuentro. Es el símbolo de la encarnación en el que Jesús se pone a caminar con nosotros, es el Dios-con-nosotros, con todas las consecuencias de humanización de lo divino, de presencia de lo divino en la historia.
Visitaremos los primeros lugares de los que nos han antecedido en la fe, iglesias, altares, ciudades casi abandonadas, iglesias de hermanos ortodoxos, mezquitas, espacios de fe. Estas iglesias no sólo son creación humana, son más, es como el pueblo ha intentado expresar su fe en una cultura concreta. Podemos citar Ha mediado entre Dios y el hombre, entre lo espiritual y lo sensible, es una de las maneras simbólicas de expresar lo incondicionado. Es cierto, otras formas como la filosofía y la teología son más directas, pero en el arte siempre podemos descubrir expresiones de transcendencia, y por lo tanto también una forma de desvelar la verdad, como nos recordaba Heidegger. Ese deseo de ir siempre más allá, de rebelarse antes los límites de la existencia, de reorganizar el todo para entender y ser. En la materia, también se puede descubrir como una experiencia mística, una epifanía de lo divino, es el “misterio del octavo día” como gustan los teólogos ortodoxos.
Nos hablan de paisajes únicos, como la Capadocia, u otros donde se ha buscado no sólo la belleza, ir más allá. La belleza de la naturaleza, también nos desvela en sentido del ser, la montaña, el monte, es el lugar de Dios. Para encontrarse con Él hay que subir, dejar el llano, la cotidianidad. Así nos lo recordaba Moisés en el Sinaí. Detrás de cada montaña, está siempre la casa del Padre, lo recordaba Israel y el propio Jesús. También, que antes de subir a la montaña, deberemos caminar durante largo tiempo por el llano de la medianía, por el llano de la paciencia de la fe.
Luis Cernuda
Peregrino
¿Volver? Vuelva el que tenga,
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espere.
Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
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