martes, 18 de junio de 2013

Lo natural y lo sobrenatural. “Danos entrañas de misericordia” II


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Pedro Becerro Cereceda
A raíz de terminar de leer el libro, “Victimas del pecado” de José M. Castillo (Ed. Trota), como comenté en el artículo primero que da nombra a esta “trilogía”, si se quiere llamar así, se produjeron dos sincronicidades, relacionadas con la lectura de este libro:
  • Asistir a misa el día 9 de junio en la Purísima
  • Terminar el curso en San Esteban con las cartas católicas: 1ª, 2ª y 3º de Juan
Hoy en esta segunda parte voy a comentar, en relación con el libro la importancia que tuvo el asistir a misa, en la Purísima, con el sermón de Fructuoso Mangas.
Tengo que reconocer humildemente, que me he metido en un buen embolado; pero si me aclaro yo y alguien más se aclara con lo que digo., ¡bendito sea Dios!
En la página 78 podemos leer un apartado titulado “lo natural” y lo “sobrenatural”, unidos definitivamente, del que tomo prestado el título de este artículo. En dicho libro aparece una frase genial de Santo Tomás de Aquino: “Dios no se siente ofendido por nosotros, si no es porque actuamos contra nuestro propio bien” y muchas veces así actuamos, anteponiendo deberes religiosos a una tarea de ayuda inaplazable al prójimo, pues pensamos que de otra manera ofendemos a Dios. Recuérdese que a Jesús no le importaba el sábado, si suprimía el sufrimiento de alguien.
En el artículo anterior daba a entender, a raíz de haber terminado de leer el citado libro, que no está tan separado lo natural de lo sobrenatural, (por supuesto, no me refiero a lo “sobrenatural”, trascendente, de los milagros de santos y místicos, quiero andar más por casa) aunque a veces pensemos que son como el agua y el aceite. No, es la cruz, que es una, aunque tiene dos brazos, el vertical, lo sobrenatural y el horizontal, lo natural. Por eso, la espiritualidad bien entendida, no debe hacernos levitar, sino “andar por casa, socorriendo al huérfano y la viuda” (es una manera de expresarme, aunque la expresión es de tiempos pasados). Hoy, como ayer, hay mucho que socorrer. Esta mañana he tenido la suerte, de estar en misa en Cabrera y el sacerdote, dijo más o menos lo mismo: La fe sencilla del pueblo, que confía en lo “sobrenatural”, es lo más importante que tiene la Iglesia. También me di cuenta de las necesidades, que llevan a mucha gente a realizar el esfuerzo de una noche caminando, con las inclemencias de una noche de lluvia como esta: enfermedades, situaciones de paro, miedo a despidos... Conste que yo no he ido en la marcha, he ido cómodamente en coche.
Pues bien vayamos a la sincronicidad del día 9 de junio. He de decir que muchas veces que estoy leyendo un libro, el sermón de Fructuoso Mangas, coincide con lo que estoy leyendo o he leído hace poco. Ese día las lecturas eran 1Re 17, 17-24; Salmo 29, Ga 1,11-19 y Lc 7: 11-17, en que se hace hincapié en la resurrección del hijo de una viuda. En la primera lectura, por el profeta Elías y en el evangelio Jesús resucita al hijo de la vida de Naim. Esto me lleva al libro citado: Como dije en el anterior artículo, la principal genialidad de Jesús fue su sensibilidad ante el sufrimiento. En la Purísima ese día no se leyeron estas lecturas; pero Fructuoso Mangas, resaltó lo mismo. No recuerdo exactamente cuales fueron las lecturas, (mi desorden ha perdido el guión de la misa), si recuerdo sin embargo que en la primera lectura, un profeta decía el famoso axioma: “misericordia quiero y no sacrificios” y en el Evangelio Jesús invita a un publicano (“mala gente”) a que lo siga. Jesús ve en el corazón de este hombre “pecador”, un ansia de redención y por eso se compadece de él, independientemente de lo externo. Jesús actúa con misericordia.
Así nos lo hizo ver genialmente Fructuoso, en el sermón e incluso insistió en ello a lo largo de toda la misa, llegando a repetir por tres veces, en el momento, antes de terminar la plegaria eucarística “Señor, danos entrañas de misericordia”.
Y en eso andamos, pidiéndole al Señor, por Jesucristo nuestro Señor que nos la conceda; pues no andamos sobrados de ella y además hace mucha falta en este mundo doliente.
Termino aquí. Si sigo, tal vez lo estropee.
Pedro Becerro Cereceda

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