lunes, 27 de abril de 2015

Paul Celan, poeta del silencio en el recuerdo


El lunes 20 de abril se cumplen 45 años de la muerte de Paul Celan, considerado uno de los mejores poetas del siglo XX. Una vida paralela a los grandes desastres bélicos del siglo pasado y a la violencia generada en los mismos. De origen rumano y poeta judío, escapa a la tragedia de los campos de exterminio nazi donde perdió a sus padres, después de escribir numerosos poemas, no aguantó la vida y se suicida arrojándose a las aguas del río Sena.
Todos recordamos las palabras del filósofo Adorno mil veces repetidas, “No hay poesía después de Auschwitz”, una frase convertida en una lanzadera y plataforma del pensamiento para explicar esa frontera del sentido al límite de la palabra. El pensamiento y la poesía de la mano, quieren tensar la palabra y dar cuenta de lo que pertenece a la esfera de lo indecible. ¡Cómo recobrar el sentido en medio del horror y de la barbarie!, ¡cómo expresar el estupor de lo que puede habitar en la mente de los ejecutores y a la vez, del propio ser humano!. En el sentido más profundo de la realidad del ser, hay cosas que es difícil expresar con palabras, sólo el silencio y la espera pueden llenar ese vacío existencial.
Ningún poeta del siglo anterior ha sido ha sido interpretado, y su poema “Fuga de la muerte”, el texto que más atención se ha prestado, texto cumbre de la lírica alemana y mundial. Además publicó unos ochocientos poemas que recogen diferentes tradiciones literarias desde el pensamiento a la teología o la historia. Su fuerza creadora es una invitación permanente para descubrir el sentido más profundo del ser humano. “Fuga de la muerte”, es un poema escrito en 1948, donde hace una descripción del campo de exterminio, allí en el horror donde el propio poeta fue confinado. En el poema calca la estructura musical de la fugas de Bach. Dos miradas, el verdugo y la víctima, el que blande en el cinto los ojos azules, símbolo de la muerte, igual que en la poesía de Tralk; y los judíos, que tienen que tocar una melodía mientras cavan su propia tumba. Una serie de imágenes recorren el poema, las cenizas elevándose por las chimeneas de los hornos crematorios y dos mujeres; la alemana Margarita, a quien escribe el oficial del campo, añorando su cabello dorado y la sulamita de pelo de ceniza, es el nombre con el que se describe a la amada en el Cantar de los Cantares. Este poema es la historia del Mal, del hombre que juega con serpientes y le gusta el Mal, del horror, de lo perverso, es la estética del terror, de la belleza de la muerte. Nos nos queda más que repetir con el filósofo y el poeta: ¡Qué Auschwitz no se repita nunca!

Leche negra de la madrugada la bebemos al atardecer
la bebemos al mediodía y por la mañana la bebemos de noche
bebemos y bebemos
Cavamos una fosa en el aire donde no hay estrechez
En la casa vive un hombre que juega con las serpientes que escribe
que escribe al oscurecer a Alemania tu cabello de oro Margarete
lo escribe y sale a la puerta de casa y brillan las estrellas silba llamando a sus perros
silba y salen sus judíos manda cavar una fosa en la tierra
nos ordena tocad ahora para el baile
Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos por la mañana y al mediodía te bebemos al atardecer
bebemos y bebemos
En la casa vive un hombre que juega con las serpientes que escribe
que escribe al oscurecer a Alemania tu cabello de oro Margarete
Tu cabello de ceniza Sulamita cavamos una fosa en el aire donde no hay estrechez
Grita los unos cavad más hondo en la tierra y los otros cantad y tocad
agarra el hierro del cinto lo blande sus ojos son azules
hincad más hondo las palas los unos y los otros volved a tocar para el baile
Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos al mediodía y por la mañana te bebemos al atardecer
bebemos y bebemos
un hombre vive en la casa tu cabello de oro Margarete tu cabello de
ceniza Sulamita él juega con las serpientes
Grita tocad más dulce a la muerte la muerte es un Maestro de Alemania
grita tocad más oscuros los violines luego subiréis como humo en el aire
luego tendréis una fosa en las nubes donde no hay estrechez
Leche negra de la madrugada te bebemos de noche
te bebemos al mediodía la muerte es un Maestro de Alemania
te bebemos al atardecer y por la mañana bebemos
y bebemos la muerte es un maestro de Alemania su ojo es azul
te alcanza con bala de plomo te alcanza certero
un hombre vive en la casa tu cabello de oro Margarete
contra nosotros azuza sus perros nos regala una fosa en el aire
él juega con las serpientes y sueña la muerte es un Maestro de Alemania
tu cabello de oro Margarete
tu cabello de ceniza Sulamith.
Una de las lecciones que dejó Auschwitz, es el valor relativo de la palabra no sólo en la poesía, también en la filosofía, en la política. Desde entonces se debe tener en cuenta de la palabra, no sólo es su núcleo de significación, sino el borde donde podamos asomarnos a lo que escapa a nuestra comprensión. La filosofía, la poesía es el esfuerzo permanente, a veces desesperado, de decir lo que propiamente no puede decirse, de alcanzar con el concepto lo no conceptual, con el lenguaje el propio silencio. La poesía de Celan es sobre todo silencio, y es en el silencio, donde se encuentran la poesía y la filosofía. A esta conclusión llegaron desde diferentes caminos Heidegger y Wittgenstein, intentando poner en tala de juicio la metafísica occidental, intentando abrir nuevos caminos para el pensamiento. El silencio revela la experiencia impronunciable y por lo tanto nos lleva a lo más trascendente de la existencia. El silencio es la puerta hacia un nuevo pensamiento y poesía, es un nuevo Angelus Novus que avanza de espaldas, es el lenguaje de los olvidados de la historia, del presente y futuro.


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