Pedro Becerro Cereceda
Asociación de alumnos de Teología
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Al
finalizar el curso, comencé a escribir una “trilogía de articulillos”, a raíz de terminar de leer el libro, “Victimas del pecado” de José M. Castillo
(Ed. Trota), y fijándome en las dos coincidencias, siguientes:
Asistir
a misa el día 9 de junio en la Purísima y Terminar el curso en San Esteban con
las cartas católicas: 1ª, 2ª y 3º de Juan
Tengo
que reconocer humildemente, que me metí en un buen embolado; y de hecho no sabía cómo
completar la tercera parte de esta trilogía. Al final “salvado por la campana”,
pues Juan Antonio terminó la edición de la “Posada... “ y el largo y cálido
verano, se abría ante nuestros ojos.
Poco a poco se ha ido fraguando el material, con el que “puedo”
completar esta serie de “articulillos”.
No voy
a comentar las cartas católicas 1ª, 2ª y 3ª de Juan. El P. Rafael, nos lo
explicó estupendamente. Llama la
atención la división que había entonces entre las diversas comunidades, que
creían en Jesucristo, nuestro Señor. Entonces, ahora y siempre en la historia,
división que ha llevado a cruentas guerras. División en la política, economía,
sociedad... no hace falta enumerar, cualquiera puede verlo.
Pues
bien: Leyendo a E. Martínez Lozano,
he vislumbrado la causa de tal proceder histórico. Según este autor “Hace 3500 años, la humanidad ha entrado,
colectivamente en, en la fase del ego individualizado, autoconsciente: una fase
ya claramente personal. La conciencia humana ha evolucionado hasta constituir
un sujeto individual, un ego único y separado de todo y de todos” Y este
mismo autor en el libro “Vivir lo que
somos, cuatro actitudes y un camino” ( Ed. Desclée de Brouwer), en las
páginas 72-73 afirma: “El “yo” que carece
de fundamento en sí mismo ve al otro como un ser separado. Y dado que la mente
no puede operar sino es fraccionando la realidad, el pensamiento dualista es
inevitable y, con él, la dicotomía del “o yo o tú”, “o nosotros o ellos”;
dicotomía insuperable mientras permanezcamos en el pensamiento, porque ... la mente
crea necesariamente una pantalla opaca entre tú y tú y entre tú y los otros;
dicotomía además, que encierra un potencial sumamente peligroso ... No es
extraño que con este tipo de pensamiento se acabe en la crispación o en el
enfrentamiento militar.
La psicología profunda nos enseña que toda dicotomía
simplista entre el bien y el mal no es sino un reflejo del mecanismo
psicológico de la sombra (colectiva) ... Al Qaeda y la Administración Bush
(según D. Loy) no son sino dos versiones diferentes de la misma guerra santa
entre el bien y el mal ... No debemos olvidar que una de las causas principales
del mal en este mundo ha sido el intento humano de erradicar el mal.
Al actuar de ese modo, olvidamos que, en realidad, la lucha
tiene lugar en el interior de cada uno de nosotros. Por eso, sólo el
reconocimiento del “otro” como un igual y el desarrollo de una relación de
mutuo enriquecimiento podrá ser la solución. Todos los sabios han trasmitido
esta lección. ... “No devolváis mal por
mal” recomendaba Jesús”.
Esta
misma conciencia “egóica”, es la que nos hace ver a Dios separado de nosotros
mismos, como “otro”, sin caer en la cuenta que “Somos templos vivos del Espíritu Santo”, es decir, que Dios es/está
mi, que es “atemporal” y por la misma causa, está en todos. Aquí tiene sentido
la cita de Mt 25, 40 “Lo que hacéis al
otro a mi me lo hacéis...” Teniendo en cuenta esto, tiene sentido “Santificar el momento presente”, tiene
sentido la cita evangélica “El Padre y
yo somos uno”.
Dios
está en el “presente”, así lo han
visto los místicos. La mente no puede encontrar a Dios, bien lo vio Santo
Tomás, cuando ordenó quemar sus escritos al final de su vida. A Dios hay que
sentirlo, más que adorarlo. De esta manera podemos tener “entrañas de misericordia”
En la
última entrevista a la pregunta “Santidad,
¿cómo se hace para buscar y encontrar a Dios en todas las cosas?”, el papa
Francisco contesta: “... tenemos la
tentación de buscar a Dios en el pasado o en lo que creemos que puede darse en
el futuro. Dios está ciertamente en el pasado porque está en las huellas que ha
ido dejando. Y está también en el futuro como promesa. Pero el Dios “concreto”,
por decirlo así es hoy. Por eso las lamentaciones jamás nos ayudan a encontrar
a Dios. Las lamentaciones que se oyen hoy sobre cómo va este mundo “bárbaro”
acaban generando en la iglesia deseos de orden, entendido como pura
conservación, como defensa. No: hay que encontrar a Dios en nuestro hoy”.
Cuando
clamamos “¡Ven Señor Jesús!” estamos rogando, de forma inconsciente, superar este estado dual y conflictivo y,
aunque me salga del terreno religioso, puede que estemos cerca de ello. La
humanidad está a punto de cambiar de paradigma. Y vuelvo a citara E. Martínez Lozano: “Según K.
Wilber estamos a punto de que el
“yo-racional” dé paso al “yo-integrado”, en la persona que ha integrado y
unificado las dimensiones de cuerpo-mente-imagen-sombra-ego. Si bien este
proceso se ha dado a lo largo de la historia humana en personalidades
individuales”.
Mientras
tanto, hemos de tomar una actitud
humilde, como el publicano de la
parábola. Sólo así podremos hacer de “buenos
samaritanos”, con “entrañas de misericordia y cuando recibimos a Jesús Sacramentado, no olvidar, como
dijo nuestro obispo D. Carlos en el encuentro de cofradías de Villoria, que
recibimos, al enfermo, al emigrante, al pobre, ... en definitiva al “otro”.
Pedro Becerro Cereceda
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