La posada del silencio
El texto de hoy
El señor sostiene mi vida
En las horas de silencio nos vemos asaltados por temores y miedos y siempre hemos de volver sobre esta palabra. Nuestra vida descansa en Dios.Nuestra vida no depende de las opiniones de los demás, ni de sus juicios.
Nos sentiríamos mucho más libres: Si supiéramos que “El Señor sostiene mi vida”. Nadie nos puede herir por dentro. Ahí no somos vulnerables.
Es posible el silencio, es posible descansar en el silencio, es posible la libertad.
BAJO UN MANTO DE ESTRELLAS EN SALAMANCA.
9 DE MARZO EN EL CONVENTO DE SAN ESTEBAN EN EL AULA MAGNA
VIAJE
DE LA ESCUELA DE TEOLOGÍA A LOS LUGARES DOMINICANOS DEL SUR DE FRANCIA (21 -27
abril 2014)
Recordamos
a todos los interesados que urge apuntarse cuanto antes.
La Agencia encargada de
organizar el viaje quiere saber antes del día 20 el número de participantes
para reservar las plazas de los hoteles, pues están bastante solicitados en
esas fechas.
Para cualquier
información, dirigirse a la Secretaria de la Facultad de San Esteban (tlfno: 923
26 19 79) o al P. Juan Huarte (tlfno: 923 27 30 85).
Huellas-Valencia inicia su andadura.
El miércoles 26 de Febrero, celebramos la primera sesión de Huellas, con un diálogo entre Jesús Conill y Vicente Gallego sobre el tema: Y…,¿para qué necesitamos sentidos en nuestras vidas?
28 de febrero de 2014El comienzo siempre está cargado de incertidumbre. Lo cierto es que nuestras expectativas se colmaron. Una asistencia notable y un marco de gran belleza -La Nau, valencia – para conversar sobre: Y…,¿para qué necesitamos sentidos en nuestras vidas?
Durante más de una hora dialogaron Jesús Conill, filósofo, y Vicente Gallego, poeta: perspectivas distintas, puntos comunes, experiencias vivas, se enlazaban con gran viveza a lo largo de este tiempo que nos pareció escaso. Después, algunos asistentes entraron en ´la conversación, centrando cuestiones, aportando experiencia o sugiriendo nuevas vetas que explorar.
Un buen arranque que nos pide continuidad, El 21/22 de Mayo, de nuevo, aquí, en La Nau. ¿Belleza y dolor? Con tiempo os lo indicaremos.
La conversación se puede ver y escuchar completa en la página Atrio de los Gentiles, donde se da la oportunidad de continuar con la conversación mediante diálogos interactivos.
Tarde teatral en Sevilla
La obra, desarrollada a partir de textos de numerosos autores, nos hizo un triste recorrido por las brechas que dividen cruelmente a la especie humana, para darnos al final una luz de esperanza desde la capacidad que tenemos los seres humanos para unirnos en torno al amor y no al odio. Una realidad que en ocasiones nos parece historia, pero que la vemos repetidas veces en los noticiarios de cada día.
Desde Verapaz esperamos, deseamos y nos comprometemos a luchar para destruir esas brechas que hoy en día siguen siendo causa de sufrimiento.
Empatía en acción, compasión que compromete
Encuentro MJD febrero 2014.
En el atrayente mundo de la compasión humana y de Dios nos vimos inmersos durante el fin de semana pasado. Caras nuevas, otras no tanto, siempre empatizando desde el primer instante, sintiendo que el Señor nos hizo estar ahí en ese momento y que nacimos para estar juntos.
El Señor es compasivo y misericordioso, ¿cuántas veces habremos oído esto? Y es cierto, lo es. Así se nos muestra en el Nuevo Testamento, Jesús es benévolo, es tierno, sufre con el que sufre, e incluso llora.
La compasión tiene diversas acepciones, unas veces entendida incluso como fuerza de debilidad… el tierno es el fuerte, menuda paradoja si lo pensamos en pleno siglo XXI, donde el fuerte impera y el débil es apartado. En otras como piedad, ternura, algo que sale de muy dentro de nuestro ser y, en otras, como amor y/o amistad.
Así, abrí mi mente a todos esos conceptos y, aún más, abrí las puertas de mi alma de par en par. Me dejé llevar por tanto bueno, por todo aquello que afloró esos días. La compasión, la ternura, la fraternidad, la ayuda ante los que lo necesitaban. Si quieres que te ayuden, ayuda, si quieres que te quieran, quiere. Querámonos, ayudémonos, vivámonos… disfrutemos de todos y cada uno de nosotros porque es así como llegaremos a dar a conocer la Palabra de Dios. Es así como enseñaremos al mundo que Dios hecho hombre fue el ser más empático y compasivo que ha pisado la faz de la Tierra.
A los más necesitados mirémosles de igual a igual, sin alzar la cabeza pero tampoco mirando al suelo. Pensemos que en cualquier ocasión podemos formar parte de los marginados por la sociedad y, como siempre, no trates a nadie como no quisieras que te trataran a ti.
Comprometámonos principalmente con nosotros mismos y después con los demás. Fuera prejuicios, fuera miedos, más miradas, más cercanía, toquémonos, sintamos el calor humano, oremos, hermanos, oremos y… tengamos paciencia.
Y recordad, en la vida hay tres opciones: huir, ser espectador o comprometerse. ¿Cuál eliges tú?
Esther ValverdeMiembro del MJD
“¿Qué quieres que haga yo por ti?”
Como si Dios nos
hiciera esta pregunta, nos ponemos en su presencia y empezamos nuestros Ejercicios Espirituales, 30
Dominicos Laicos de distintas Fraternidades
en la Capilla de Santo Domingo de Scala Coeli, “Nuestra Casa del Monte”.
Durante los días
21, 22 y 23 de Febrero, hemos experimentado y vivido la Alegría del Espíritu
Santo; ha sido un encuentro personal y profundo con Jesucristo y desde esta
realidad hemos revisado nuestro compromiso y entrega como Dominicos Seglares.
Estos días nos
ha servido para revisar nuestra vida en la Fraternidad, y, cómo ésta, nos ayuda, empuja y anima a vivir,
alimentándonos y experimentando la alegría de Dios, Dios como Fuente de
Vida, y la Orden de Predicadores como un “lugar” desde donde poder vivir el
Evangelio.
La Fraternidad
de Sto. Domingo y P. Posadas, hemos vivido muy intensamente estos días, porque
dentro de estos Ejercicios Espirituales, dos hermanos nuestros, Paqui y
Antonio, respondiendo a la llamada de Dios, han dado un meditado y sereno paso,
y han realizado sus Promesas Perpetuas como Dominicos Seglares, en una sencilla
y profunda celebración.
Cada miembro de la Fraternidad, en la parte
del Camino que nos encontramos, lo hemos vivido también en profundidad, algunos
renovando interiormente nuestras promesas, otros afianzándose en su proceso, y todos unidos como Familia que
crece y juntos caminamos con la alegría para trabajar por el Reino.
Pequeño comentario de la vida de la Sierva de Dios, Sor Rosa Felisa de la Encarnación, Venerable de este Monasterio.(Dominicas de Baza)
La Sierva de
Dios Sor Rosa Felisa de la Encarnación, hija fiel de la Iglesia, nació en Baza ( Granada ) el día 21 de
febrero de 1725. Muy joven entró en el Convento de las Dominicas de Baza, su
ciudad natal, donde pasó 41 años en la practica constante de todas las
virtudes.
Tomó por
modelo a Jesús en la Cruz y se distinguió grandemente por su amor a la Sagrada
Pasión y devoción del Santo Rosario, siendo premiada por el Señor, con
extraordinarios favores.Verdadero retrato de la Sierva de Dios, Sor Rosa Felisa de la Encarnación |
De todo, como
su muerte santa, tuvo revelación y así se lo comunicó a su confesor, el cual
reuniendo a la Comunidad les comunicó: que las quince franjas de colores
hermosos aparecidas en el cielo, eran una manifestación que el Señor hacía de
lo mucho que se complacía, y la gloria con la premiaba por la ternura y devoción
con que cada día había honrado a la Santísima Virgen, rezándole los quince misterios
del Santo Rosario.
Festividad del Stmo. Cristo de la Buena Muerte. Procesión Claustral y Besapies
Hermandad Dominicana
La Hermandad Dominicana del
Stmo. Cristo de la Buena Muerte, Nuestro Padre Jesús de la Pasión,
Nuestra Señora de los Dolores, y Nuestra Señora de la Esperanza, en su
Sede de la Iglesia de San Esteban, y en cumplimiento de lo dispuesto en
sus Reglas, celebrará Solemnes Cultos en honor del Stmo. Cristo de la
Buena Muerte, el día 5 de marzo, Miércoles de Ceniza, a las 20:00 h,
Solemne Misa Conventual, con imposición de la ceniza a todos los
asistentes.
A la terminación de la Eucaristía, Procesión Solemne con la Sagrada Imagen del Stmo. Cristo, por el Claustro de los Reyes del Convento de San Esteban, y posterior traslado hasta su capilla donde se efectuará el Devoto Besapié al Stmo Cristo.
A la terminación de la Eucaristía, Procesión Solemne con la Sagrada Imagen del Stmo. Cristo, por el Claustro de los Reyes del Convento de San Esteban, y posterior traslado hasta su capilla donde se efectuará el Devoto Besapié al Stmo Cristo.
Fecha Inicio : miércoles, 05 de marzo de 2014 a las 20:00
Fecha Fin : miércoles, 05 de marzo de 2014 a las 22:00
Lugar : Iglesia de San Esteban
El sacramento de la penitencia. Teología del pecado y del perdón.Autor: Pedro FERNÁNDEZ RODRÍGUEZColección: HORIZONTE DOS MIL
El
sacramento de la Penitencia plantea hoy muchos interrogantes. Algunos
cristianos han abandonado su y otros desearían una celebración menos
rutinaria.
La historia de la penitencia sacramental, tan movida, nos abre la puerta
a nuevas reflexiones y nuevas posibilidades en fidelidad a la fe y al
hombre. Además, el sentido del pecado ha asumido hoy nuevas modalidades,
a veces patológicas, que urgen una respuesta cristiana; por otra parte,
el perdón, criterio fundamental en el Misterio Pascual de Cristo, es
una necesidad en la vida humana y en la vida cristiana.
La Iglesia Católica, en el umbral del tercer milenio, ha tomado especial
conciencia de la necesidad de pedir perdón y de darlo; ser verdaderos
discípulos de Cristo nos impulsa a cargar con los pecados propios y con
los pecados de los demás, sabiendo que Cristo cargó con los de todos. En
fin, el libro, Sacramento de la Penitencia, Teología del pecado y del
perdón, es una invitación a celebrar la Divina Misericordia en favor del
hombre herido por el pecado, manifestando así la realidad poderosa del
amor de Dios
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Orar en el espíritu de JesúsAutor: Manuel Angel MARTINEZ JUANColección: TRAZOS
Las
comunidades cristianas están llamadas a convertirse en auténticas
"escuelas de oración". Esta obra se sitúa en esa dirección, y lo hace
trazando el curso de la oración cristiana a partir de su referencia
capital: el modelo y las enseñanzas de Jesús.
Manuel Angel Martínez Juan, Doctor en Teología y profesor en San Esteban
(Salamanca), es además director de la revista de espiritualidad Vida
Sobrenatural.
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Jóvenes Dominicos Renovaron su SÍ al Señor
Ocho jóvenes dominicos, renovaron este viernes 28 de febrero sus votos de pobreza castidad y obediencia en la Orden de Predicadores. Esta celebración que se realizó en la capilla del Convento San Alberto Magno (estudiantado), estuvo presidida por el P. Juan José Salaverry Villarreal, Prior Provincial de la Provincia Dominicana de San Juan Bautista del Perú y concelebrada por el P. Luis Verde, Prior Regional del Vicariato de Santa Rosa, el P. José Román, Maestro de Estudiantes y diversos sacerdotes dominicos.
Cinco de los jóvenes dominicos integran la Provincia Dominicana San Juan Bautista del Perú y tres de ellos pertenecen al Vicariato Regional de Santa Rosa, ambos grupos se forman juntos en el Convento “San Alberto Magno”, donde se realizó.
El evangelio social de Raúl Vera
Por Bernardo Barranco V.
La Jornada, miércoles 26 de febrero de 2014
Uno no puede quedar indiferente ante personajes que en los dos últimos años han estado en la terna final del premio Nobel de la Paz. Nos referimos a Raúl Vera, quien es el rostro de una Iglesia comprometida con la justicia social y con los derechos humanos. Una persona que goza de un amplio reconocimiento y respeto social entre los más diversos sectores del país. Paradójicamente, su prestigio secular es inversamente proporcional de aquel que al interior del episcopado le otorgan. Esto lo he podido comprobar a lo largo de las presentaciones que hemos venido haciendo del libro que hicimos: El evangelio social del obispo Raúl Vera, conversaciones con Bernardo Barranco, de editorial Grijalbo, que acaba de ser distribuido en las principales librerías del país. Pude constar el respeto con el que Raúl Vera es tratado por muy diferentes periodistas y líderes de opinión como Carmen Aristegui, Leo Zuckermann, Ricardo Rocha, Javier Aranda. Vitoreado por programas radiofónicos irreverentes como El Wesoy Charros contra Gánsters. Y mención aparte merece Martha Debayle, quien al final de la entrevista ya estaba destapando a Vera como próximo candidato a la Presidencia, contraviniendo claramente el artículo 130 constitucional. Por otra parte, las palabras fuertes de Vera reflejan la indignación de la época; su actitud como religioso es un espejo del sentir y la voluntad de un gran número de mexicanos que ven en el fraile dominico una actitud valiente, cívica y espiritual. La capacidad de convocatoria de Raúl Vera es indiscutible: no sólo el auditorio Bernardo Quintana de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, este pasado sábado 22 de febrero, estaba abarrotado, sino que un grupo numeroso de personas, lamentablemente, tuvo que quedar fuera de la presentación del libro, ante la cerrazón y descortesía de las autoridades que organizan la feria.
Me he venido preguntado, ¿por qué estos personajes religiosos despiertan notable empatía? La respuesta que me doy está en el propio papa Francisco. Guardando proporciones, ambas figuras representan renovación, frescura y compromiso social por los más pobres. Como Nancy Gibbs, de la revista Time,fundamentó al nombrar al Papa el hombre del año:
La Jornada, miércoles 26 de febrero de 2014
Uno no puede quedar indiferente ante personajes que en los dos últimos años han estado en la terna final del premio Nobel de la Paz. Nos referimos a Raúl Vera, quien es el rostro de una Iglesia comprometida con la justicia social y con los derechos humanos. Una persona que goza de un amplio reconocimiento y respeto social entre los más diversos sectores del país. Paradójicamente, su prestigio secular es inversamente proporcional de aquel que al interior del episcopado le otorgan. Esto lo he podido comprobar a lo largo de las presentaciones que hemos venido haciendo del libro que hicimos: El evangelio social del obispo Raúl Vera, conversaciones con Bernardo Barranco, de editorial Grijalbo, que acaba de ser distribuido en las principales librerías del país. Pude constar el respeto con el que Raúl Vera es tratado por muy diferentes periodistas y líderes de opinión como Carmen Aristegui, Leo Zuckermann, Ricardo Rocha, Javier Aranda. Vitoreado por programas radiofónicos irreverentes como El Wesoy Charros contra Gánsters. Y mención aparte merece Martha Debayle, quien al final de la entrevista ya estaba destapando a Vera como próximo candidato a la Presidencia, contraviniendo claramente el artículo 130 constitucional. Por otra parte, las palabras fuertes de Vera reflejan la indignación de la época; su actitud como religioso es un espejo del sentir y la voluntad de un gran número de mexicanos que ven en el fraile dominico una actitud valiente, cívica y espiritual. La capacidad de convocatoria de Raúl Vera es indiscutible: no sólo el auditorio Bernardo Quintana de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, este pasado sábado 22 de febrero, estaba abarrotado, sino que un grupo numeroso de personas, lamentablemente, tuvo que quedar fuera de la presentación del libro, ante la cerrazón y descortesía de las autoridades que organizan la feria.
Me he venido preguntado, ¿por qué estos personajes religiosos despiertan notable empatía? La respuesta que me doy está en el propio papa Francisco. Guardando proporciones, ambas figuras representan renovación, frescura y compromiso social por los más pobres. Como Nancy Gibbs, de la revista Time,fundamentó al nombrar al Papa el hombre del año:
En menos de un año, Francisco ha hecho algo notable: no cambió las palabras, pero cambió el tono y temperamento que pesan en una Iglesia construida sobre la sustancia de los símbolos. Monseñor Vera es heredero y depositario de legendaria generación latinoamericana de obispos, curas, clero religioso y monjas que siguieron el impulso renovador del Concilio Vaticano II. Es discípulo de un progresismo católico que tuvo alcances significativos en movimientos sociales en América Latina. Por ello, su desempeño contrasta con la limitada presencia y pequeñez de la mayor parte de los actuales prelados mexicanos. Este libro muestra que Raúl Vera no es un accidente que nace en Chiapas ni es fruto de repentina conversión. En Vera no se opera un milagro de conversión; más bien se muestra un largo proceso de maduración en el que inciden no sólo las circunstancias personales sino la mística de la orden de los predicadores, los dominicos, como se les conoce comúnmente. La herencia de Bartolomé de las Casas, fray Antonio de Montesinos y fray Francisco de Vitoria, entre tantos otros. También las semillas de lucha de este activista religioso son palpables aun antes de haber optado por el sacerdocio. Vera es hijo directo de una doble revolución que se opera simbólicamente en los años sesenta: la rebeldía universitaria del 68, movimiento del que Vera participa activamente, y elaggiornamento eclesial que se consagra en el concilio y que posteriormente cobra forma en la teología latinoamericana de la liberación. Pero don Raúl va más allá, no se contenta con la crítica y el planteamiento de la transformación de las estructuras injustas. Se solidariza con las causas concretas y reivindica la dignidad de las mujeres, los indígenas, los mineros, los migrantes, los homosexuales, entre otros.
Aunque no se considera un obispo rebelde, es innegable que ha
recibido censuras por sus decisiones y posicionamientos por el respeto a
la diversidad sexual. Desde Roma, la curia le ha requerido diversas
explicaciones; especialmente se muestra nerviosa por su pastoral de
homosexuales o por su tolerancia con curas heterodoxos. La derecha
católica ha venido hostigado su labor desde los tiempos de Chiapas,
denostando su trayectoria. Raúl Vera cuenta en el libro sus batallas
universitarias contra el MURO, tío abuelo del Yunque y de la actual
derecha católica mexicana. El conservadurismo intransigente le pinta
mantas en su contra, lo calumnia en Roma, lo acecha y hasta amenaza.
Vera puede ser generoso incluso con aquellos actores religiosos que lo
embisten. Sin embargo, para mi sorpresa, es bastante ortodoxo en lo
doctrinal, tiene respuestas más audaces a las realidades seculares que a
las religiosas. Pese a ello, fue muy contundente durante nuestras
conversaciones, denunciado el clericalismo como un cáncer en la Iglesia.
El obispo de Saltillo cuestiona una Iglesia que se siente por encima de
la sociedad, aun antes de haber escuchado la crítica a la Iglesia
autorreferencial que hizo Francisco. La fórmula de monseñor Vera es
sencilla: es una persona honesta y congruente. Vive el evangelio con
todas sus exigencias y sabe transmitir con fervor su fe. En su sencilla
casa no tiene piscinas ni gimnasios, no aparece en las revistas de
sociales; aunque dialoga con todos, no es afecto a asistir a los
banquetes junto a los acaudalados, no juega golf ni usa Mercedes como
vehículo, tampoco tiene órdenes de aprehensión por millonarios fraudes.
Es simplemente un pastor coherente con el evangelio que predica.
Una anotación final. Las conversaciones con Raúl Vera contenidas en el libro se dan en un momento de transición entre dos papas. Al inicio de nuestro diálogo, la voz de Vera era acallada y relegada por la mayor parte de los obispos mexicanos, pues desentonaba y, por tanto, era confinado. Ahora, con el papa Francisco, con todas sus propuestas de renovación, don Raúl está reposicionado y se convierte en referente obligado de un episcopado apático e indolente a seguir el sendero de cambios que propone el actual pontífice.
Una anotación final. Las conversaciones con Raúl Vera contenidas en el libro se dan en un momento de transición entre dos papas. Al inicio de nuestro diálogo, la voz de Vera era acallada y relegada por la mayor parte de los obispos mexicanos, pues desentonaba y, por tanto, era confinado. Ahora, con el papa Francisco, con todas sus propuestas de renovación, don Raúl está reposicionado y se convierte en referente obligado de un episcopado apático e indolente a seguir el sendero de cambios que propone el actual pontífice.
“Subir a Jerusalén”
Sábado 1ro de marzo de 2014
Editorial - Marzo 2014 - Nº 385
Tema del año 2013-2014:
“El misterio de la Fe es grande”
El camino que conduce a la Pascua – el camino de
Cuaresma – es un camino cuesta arriba. Exige esfuerzo y coraje para
prepararse al momento central de nuestra salvación, la Semana Santa
donde, el Jueves Santo, Jesús da su vida para la salvación del mundo;
donde los hombres le arrancan su vida en la cruz con esa violencia “que
no saben lo que hacen”; donde Dios resucita a Jesús, el primer nacido de
entre los muertos.
La salvación que Cristo nos da definitivamente nos saca
de la ola que se nos iba a llevar y engullir: la fascinación del mal y
la violencia sin fin.
Jesús es ese camino que nos conduce a la Verdad y la Vida. Así pues, desde su bautismo ha remontado nuestros caminos, desde lo más hondo de nuestra geografía terrestre, 500 metros bajo el nivel del mar donde Juan Bautista le ha sumergido en las aguas del Jordán, hasta 700 metros sobre el nivel del mar, en Jerusalén, donde ha vivido su pasión.
Subamos juntos hacia la Pascua de Jesús, nuestro Salvador.
El Evangelio con María nos da este coraje, esta fuerza para subir.
Como en Caná, María pone a Jesús ante nuestras necesidades y deficiencias humanas, muy humanas.
Y Jesús nos colma del vino de las bodas de Dios con la humanidad.
Fijando nuestros ojos sobre Jesús que sube a Jerusalén, ejercitémonos en equipo, démonos coraje los unos a los otros.
Llegados a la cima del Calvario, recibiremos la luz de Cristo resucitado. Y en la dificultad y el esfuerzo de este camino cuesta arriba, pensemos en sintonizar con la oración y con el corazón con todos los que sufren la indiferencia de los humanos. En especial en Siria y en República Centroafricana.
Jesús es ese camino que nos conduce a la Verdad y la Vida. Así pues, desde su bautismo ha remontado nuestros caminos, desde lo más hondo de nuestra geografía terrestre, 500 metros bajo el nivel del mar donde Juan Bautista le ha sumergido en las aguas del Jordán, hasta 700 metros sobre el nivel del mar, en Jerusalén, donde ha vivido su pasión.
Subamos juntos hacia la Pascua de Jesús, nuestro Salvador.
El Evangelio con María nos da este coraje, esta fuerza para subir.
Como en Caná, María pone a Jesús ante nuestras necesidades y deficiencias humanas, muy humanas.
Y Jesús nos colma del vino de las bodas de Dios con la humanidad.
Fijando nuestros ojos sobre Jesús que sube a Jerusalén, ejercitémonos en equipo, démonos coraje los unos a los otros.
Llegados a la cima del Calvario, recibiremos la luz de Cristo resucitado. Y en la dificultad y el esfuerzo de este camino cuesta arriba, pensemos en sintonizar con la oración y con el corazón con todos los que sufren la indiferencia de los humanos. En especial en Siria y en República Centroafricana.
P. Gilles Danroc, dominico
Capellán internacional
El
Gran Inquisidor y las tentaciones de Jesús
Francisco Quijano
La Leyenda del Gran Inquisidor de Feodor Dostoievski (1821-1881) es fuente de significados inagotables. Invitamos a leerla (Los Hermanos Karamázov, II Parte, Libro V, Capítulo V). Aquí unas pautas.
Iván
cuenta a su hermano Aliocha la leyenda. Jesús se aparece Sevilla, siglo
XVI, en vísperas de un auto de fe. La gente lo reconoce. También el
Gran Inquisidor, que ordena apresarlo. Por la noche lo visita en las
mazmorras del Santo Oficio para acusarlo.
Jesús
rechazó las tres tentaciones en favor de la libertad. Quiso granjearse a
una humanidad libre en la fe. Craso error, fue un engaño. Esta
humanidad no quiere ser libre sino feliz. Él Le ofreció libertad, ella
quería librarse de la carga de ser libre. Sigue aquí un sumario de las
acusaciones del Gran Inquisidor en sus palabras.
—¿Tienes
derecho a revelarnos uno solo de los secretos del mundo de que vienes?
—pregunta el anciano, y responde por él—: No, no tienes este derecho,
pues tu revelación de ahora se añadiría a la de otros tiempos, y esto
equivaldría a retirar a los hombres la libertad que tú defendías con
tanto ahínco sobre la tierra. Todas tus nuevas revelaciones supondrían
un ataque a la libertad de la fe, ya que parecerían milagrosas. Y tú,
hace quince siglos, ponías por encima de todo esta libertad, la de la
fe.
—El
terrible Espíritu de las profundidades, el Espíritu de la destrucción y
de la nada, te habló en el desierto, y la Sagrada Escritura dice que te
“tentó”. ¿No es verdad? ¿Se podía haber dicho algo más agudo que lo que
se te dijo en las tres cuestiones o, para usar el lenguaje de las
Escrituras, tres tentaciones que tú rechazaste?... Pues en ellas se
resume y se predice toda la historia futura de la humanidad. En estas
tres cuestiones están condensadas todas las contradicciones indisolubles
de la naturaleza humana.
—¿Decide
quién tenía razón, si tú o el que te interrogaba? Acuérdate de la
primera tentación, no de las palabras, sino del sentido. Quieres ir por
el mundo con las manos vacías, predicando una libertad que los hombres,
en su estupidez y su ignominia naturales, no pueden comprender; una
libertad que los atemoriza, pues no hay ni ha habido jamás nada más
intolerable para el hombre y la sociedad que ser libres.
—Si
te hubieras prestado a realizar el milagro de los panes, habrías
calmado la inquietud eterna de la humanidad —individual y
colectivamente—, a saber: ¿ante quién tiene uno que inclinarse? Pues no
hay para el hombre libre cuidado más continuo y acuciante que el de
hallar a un ser al que prestar acatamiento. Pero el hombre sólo quiere
doblegarse ante un poder indiscutible, al que respeten todos los seres
humanos con absoluta unanimidad.
—¿Olvidaste
que el hombre prefiere la paz o incluso la muerte a la libertad de
discernir el bien y el mal? No hay nada más seductor para el hombre que
el libre albedrío, pero también nada más doloroso… Aumentaste la
libertad humana en vez de confiscarla, y así impusiste para siempre a
los espíritus el terror de esta libertad. Deseabas que se te amara
libremente, que los hombres te siguieran por su propia voluntad,
fascinados.
—Otra
vez te forjaste una idea demasiado elevada del hombre, pues los hombres
son esclavos aunque hayan nacido rebeldes. Examina los hechos y juzga.
Después de quince siglos largos, ¿a quién has elevado hasta ti? Te
aseguro que el hombre es más débil y más vil de lo que creías. En modo
alguno puede hacer lo que tú hiciste.
—¿Viniste
al mundo sólo para los elegidos? Esto es un misterio para nosotros, y
tenemos derecho a decirlo así a los hombres, a enseñarles que no es la
libre decisión ni el amor lo que importa, sino el misterio, al que deben
someterse ciegamente, incluso contra lo que les dicte su conciencia.
Esto es lo que hemos hecho. Hemos corregido tu obra, fundándola en el milagro, el misterio y la autoridad. Y los hombres se alegran de verse otra vez conducidos como un rebaño y libres del don abrumador que los atormentaba.
En
el juicio de Jesús hay un efecto teatral sorprendente: el Gran
Inquisidor interroga, responde, acusa, Jesús calla. No es tragedia, no
es drama: es montaje teatral con una escena llena de la retórica del
cardenal; en una película podría ser una acumulación abigarrada de
escenas de la vida humana en distintas épocas. El efecto clave de esta
representación es el silencio de Jesús. No dice nada ni lo intenta ni
tiene la oportunidad de hacerlo: la retórica del cardenal lo llena todo.
¿Qué significa esto?
En
las tentaciones, Jesús respondió con escuetas palabras de las
Escrituras. Ante el Sanedrín y ante Pilato, respondió cuando debía,
luego guardó silencio. En la cruz no habló más con sus acusadores. Habló
con su Padre, con sus amigos, dijo palabras de perdón. ¿Qué misterio
encierra este silencio de Jesús? Es el de nuestra libertad. De su
silencio, del beso que da al inquisidor, brota el manantial de
significados de la leyenda, que continúa así.
—¿Cómo termina tu poema?—preguntó Aliocha con la cabeza baja—. ¿O acaso ya no ocurre nada más?
—Sí
que ocurre. He aquí el final que me proponía darle. El inquisidor se
calla y espera un instante la respuesta del preso. Éste guarda silencio,
un silencio que pesa en el inquisidor. El cautivo le ha escuchado con
el evidente propósito de no responderle, sin apartar de él sus ojos
penetrantes y tranquilos. El viejo habría preferido que él dijera algo,
aunque sólo fueran algunas palabras amargas y terribles. De pronto, el
preso se acerca en silencio al nonagenario y le da un beso en los labios
exangües. Ésta es su respuesta. El viejo se estremece, mueve los labios
sin pronunciar palabra. Luego se dirige a la puerta, la abre y dice:
¡Vete y no vuelvas nunca, nunca! Y lo deja salir a la ciudad en
tinieblas. El preso se marcha.
Marzo 2014
Urgencias 2 |
Otro
segundo momento espiritual lo tuve cuando entendí que esta pobreza es
aquella de la que habla el Papa Francisco en sus homilías. En
esa pobreza estaba incluido yo como el más pobre y necesitado de todos
con mi bolsa y mi incapacidad para moverme. Nadie me conoció en los
cuatro días, nadie me saludó, nadie me individualizó, nadie me visitó a
no ser las tres personas del convento o cercanas a él que me atendían en
los escasos minutos que se les concedía al día. Era una soledad sufrida y disfrutada, parte de mi bien espiritual, como todo lo que me estaba pasando. Fueron muy pocas las palabras que pronuncié en los cuatro días a pesar de la amabilidad de la gente que me servía.
El Papa habla de encontrarse con los pobres en la calle, en las
periferias y en las fronteras de la vida. Nunca estuve más en la calle
que esos cuatro días, expuesto a todo y a las miradas y a la
indiferencia de todos. Todos estábamos a la intemperie sin tener
un hueco de privacidad o intimidad. Era como estar al aire libre sin
casa ni hogar. Con ello me di cuenta de cómo viven los pobres de la
calle, los excluidos que habitan las periferias y los que viven en las
fronteras del hambre y la miseria. No veía a aquella gente desde mi
riqueza, no había ido a hacerles una visita o a servirles en algo,
estaba allí como un pobre y necesitado más. Quería descubrir algo de
Cristo o, al menos, de sentido humano con mi razón pero nada me cuadraba
en medio de una situación tan cruel e irracional.
Urgencias es un lugar para perder la fe porque allí ninguna
racionalidad encuentra consistencia. El que quiera se escandaliza
fácilmente de Dios y de su creación cuyo fracaso teníamos a la vista en
la degradación del ser humano. En apariencia es un lugar fuera de la
historia, ajeno a todo cristianismo, a toda bondad y a toda salvación.
Veía aquel espectáculo y el juicio tendía a escaparse con facilidad de
la punta de los labios. Sin embargo yo me salvé allí, se me dio un
Espíritu de salvación. Desde mí vi a Jesucristo salvando y amando a los
pobres. Era el Cristo del Calvario, el de la impotencia y el sufrimiento
pero abocado al tercer día a la resurrección.
La
salvación no es una cosa de bondad o de belleza, de moral o de
comportamiento; no es un premio o una coronación, sino los pobres
estarían excluidos; la santidad y la salvación están en Jesucristo. Él
es el que nos salva, no nuestro esplendor o nuestras obras o méritos.
¿Aquel amasijo vulnerable de cuerpos torturados y degenerados, entre
los que me encontraba yo, podría algún día resucitar?
La historia y la creación no han fracasado, aunque a veces lo parece,
gracias a Jesucristo. Su resurrección nos libera de la frivolidad y la
vulnerabilidad del existir. A mí esta gran verdad se me iluminó
en esta situación de horror, a otros a lo mejor también. A los demás el
día que la gracia les aclare entrarán en el misterio de amor con que son
amados. Todo es cuestión de luz y de Espíritu Santo que les llegará
algún día a todos los pobres de la tierra. El que no rechaza a
Jesucristo, aunque no sepa de momento más, está salvado. He aquí el gran
anuncio.
En Urgencias también hay favoritismo y
corrupción. Todos éramos muy bien atendidos pero no todos gozábamos de
la misma consideración. A mi lado había un señor en buena edad que le
había dado una angina de pecho y , por ejemplo, en el régimen de visitas
era un privilegiado. Además pronto le dieron cama en planta. Tal vez
era un empleado o dirigente de la Seguridad social. Lo mismo sucedía con
otros. Estas riquezas injustas me molestaban un poco. Pero, hete aquí,
que la chica que más me atiende, apareció el penúltimo día fuera de las
horas de visita vestida de enfermera. Ella es enfermera titulada pero no
en La Paz. Se agenció un uniforme celeste tal como lo llevan las
enfermeras de la Paz, con su letrero y todo, y desde entonces andaba por
Urgencias como Pedro por su casa. Nadie se metió con ella porque nadie
paraba mientes en una enfermera más o menos. Al principio me hizo reír
pero no me pasó por alto la injusticia y el privilegio que significaba
esta treta para mí. De repente, se me iluminó un texto del evangelio: El Señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente (Lc
16, 8). Es como si me dijeran: “ No critiques ni te molestes porque
otros sean mejor considerados, porque pierdes la pobreza y te pones al
nivel de la injusticia. Acepta, incluso, sin juzgar, el privilegio de
ser visitado de esa manera astuta por la chica amiga tuya. Es más,
remacha Jesucristo: Ganaos amigos con el dinero injusto para que os reciban a su tiempo en sus casas. También
dice que los hijos de las tinieblas son más listos que los de la luz,
pero en el caso de mi amiga no se cumplió el evangelio.
Es cierto que según los criterios humanos en este comportamiento
había injusticia pero Jesucristo hacía y decía estas cosas delante de
los fariseos que se reían de él. Jesús no quería subvertir el orden
establecido pero le dolía en el alma que aquellas gentes no reconocieran
que la única justicia justa, la única que nos hace justos, la única que
nos salva era él mismo. El
pecado farisaico para Jesús era el de ocultar a los pequeños la
verdadera justicia de Dios culpándoles con preceptos puramente humanos.
El Reino de los cielos y su justicia se juega en otro plano distinto
del de los arreglos humanos y el Señor nos invita a descubrirlo y
penetrar en él. No queráis salvaros en las justicias, en las bondades y
en las obras de este mundo porque ninguna de ellas produce la justicia
del Reino. Poned vuestra confianza en las verdaderas riquezas y no en
vuestros perfeccionismos y eficacias. No me iba a perder yo la salvación
que había encontrado en la oración por la treta de mi amiga para
visitarme “injustamente” algunos ratos. Jesucristo se encarga de probar
esto de los dos planos en el evangelio cuando dice: El que pueda entender que entienda. Esta justicia del Reino es gratuidad y revelación y sólo siendo pobres lo podemos captar y entender.
En el manuscrito B de las obras de Santa Teresita del Niño Jesús hay una carta de una hermana suya[1]
que alaba en Teresita las grandes manifestaciones de santidad que, al
parecer, irradiaba, entre otras sus grandes deseos de martirio. La
autora de la carta se alegraba de tener una hermana tan santa pero a la
vez le entraba complejo a su lado. Teresita le reprocha su
superficialidad: Mis deseos espirituales no me producen ninguna
confianza. Son riquezas espirituales que se me pueden volver injustas.
Injusto es lo que no produce la justicia del Reino, lo que no salva.
Entonces le revela el secreto más profundo de su santidad que su hermana
no entendió: Lo
que agrada a Dios en mi pequeña alma es que ame mi pequeñez y mi
pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia. Sólo en su misericordia. Esta pobreza era la gran riqueza de Teresita.
La hermana de Teresita creía que uno es
justo delante de Dios por sus obras buenas, mientras que ella pensaba
que hasta las virtudes y obras buenas se pueden convertir en injustas si
no brotan desde la más profunda pobreza del alma. Qué bello el pesebre y
el portal de Belén. A mí me molestaba que otros fueran más considerados
que yo porque estaba en el mismo nivel de justicias e injusticias
humanas. Yo quería ver en Urgencias una salvación palpable de Jesucristo
para quedar yo bien. No se me dio ver nada pero, sin embargo, se me
regaló la fe. El Señor me colocó en el otro plano por pura gracia y entonces empecé a amar lo pobre y el caos presente.
A Teresita lo único que le importaba era su pequeñez e incapacidad
total porque allí Jesucristo lo podía hacer todo. La misma incapacidad y
pequeñez que había en Urgencias. El absurdo es conciliable con la
gloria de Dios; más aún, en él, en la cruz, donde parece que no hay, es
donde sucede la salvación. La
vida en Urgencias no es un acto litúrgico ni hay una comunión física
con Cristo pero el Espíritu Santo en la fe nos hace ver allí el cuerpo
destrozado de Cristo, el mismo que parte y reparte el sacerdote en la
eucaristía, el cuerpo cuyo referente ya ha resucitado y es el
primogénito de entre los muertos.
[1] Carta a Sor María del Sagrado Corazón del 17 de setiembre de 1896 |
Marina Korotchenko
Lo más asombroso y profundo en este texto es la mera posibilidad de esta posición, inocente y honesta, libre del barato escepticismo (“este mundo es así”) y de la pecaminosa experiencia entendida como la única posible (“no estamos en la Ciuis Dei, ¿pues, qué quieres?”). Derecho de la persona humana a la verdad está fundamentado en los tres axiomas: 1. La verdad absoluta existe; 2. Poseerla es algo propio del hombre, relacionado con su más profunda naturaleza, con sus raíces, con su creación, en el sentido directo de esta palabra; 3. Encontrar la verdad es el deber del hombre, es algo tan simple como sentido común. Justicia es sencillamente el juicio de las personas honestas que contemplan las circunstancias sin prejuicios e intereses propios.
Esta fe en sí misma ya es la demostración y testimonio, como la seguridad de Bonhoeffer que podemos preguntar sobre el Principio, sólo porque este principio ya existe. Se puede divagar mucho sobre la naturaleza de las relaciones sociales, teatralidad de mundo con sus más absurdas demostraciones en los juicios estatales y en las elecciones políticas, pero todo esto nunca tendrá el valor de testimonio verdadero, de este modo solo demostraremos como unos espejos sucios se reflejan en los otros, rotos y fundidos por el calor infernal. Pero Simona refleja en su texto la Luz de Areopagita, perteneciente a los espejos limpios y sin fallo alguno de santos y mártires, aunque aquí ya no vale la metáfora del espejo, puesto que es la propia existencia convertida en la Luz Verdadera.
El texto demuestra que la ética es inevitable y necesaria, que ella existe. Y que también existe la igualdad, que nadie tiene derecho manipular al otro solo por el mero hecho de que un obrero de ocho horas de duro trabajo físico este menos informado que un intelectual de turno. Nuestra educación costó caro a los demás y no debemos responder a este don con las falsedades y mentiras. La intelectualidad mediocre se sienta encumbrada en sus conocimientos (a veces inútiles) como en Everest, la gente como Weil poseen la intelectualidad profunda y verdadera, que siempre se sienta en deuda: alguien nos permitió estudiarse, crecer, conocer, por eso somos eternos deudores de obreros y campesinos, debemos devolver lo prestado, como la gente honesta y honrada. No tenemos derechos aprovechar lo recibido para nuestros juegos. ¡Paga la hipoteca, si no – a la calle!
¿Una idealista con la mentalidad de niño? Sin embargo, sin este idealismo desaparecen las fronteras entre debido y no-debido, entre bien y mal, verdad y mentira e ya podemos actuar de cualquier modo, porque existen miedos, intereses, complexos y odios que pueden explicar y excusar absolutamente todo (traición, cobardía, falta de escrúpulos, etc.). Pero anunciándonos cristianos, procuraremos no olvidar que nuestra salvación había sido posible gracias a un idealista que, sabiendo todos los intereses de Sanedrines-Pilates-zelotes y el resto de la “Legión”, subió en la Cruz por la Única Verdad (“si todo tan bien conocía corresponsal, mejor lo conocía el arzobispo”). Hundidos en la rutina de conveniencias siempre debemos recordar sobre esta Verdad y no convertirla en una conveniencia mas: “yo soy tan bueno que hasta voy a la misa y, según el último concilio, el Dios es más misericordioso que nunca”. Así es, pero vamos a preguntar a nosotros mismos: ¿No nos sentimos a veces demasiado cómodos con esta misericordia? ¿No la aceptamos sin ningunas reflexiones, contemplando el cuerpo del Salvador tendido en la Cruz, como un adorno en el centro de la iglesia? Un ateo post-soviético comentó hace poco tiempo sobre un sacerdote “apareció con falda y toda su dorada bisutería”. Bueno, crítica es siempre así, pero lo que espanta de verdad es el hecho de que la mirada desde fuera se parece mucho a la comprensión cristiana tranquilla y apacible: ya estamos salvados, Cristo ya hizo todo, Cruz es el recuerdo del lejano comienzo, pero muy bonito símbolo, en mi colección privada tengo las verdaderas obras de arte, juicio es algo medieval y toda esta cacharrería escatológica es para los visigodos o beatos de Liébana. Dejemos el pesado tema del Juicio Final, pero, quizá, nos haría falta juicio de la gente honesta sin educación jurídica y con algo de sentido común, como lo sugiere Weil. A mí, no me llegaría nada mal, pero estoy consciente que no podemos obligar a todos pasar por estos tribunales, sería el absurdo en el estilo de Kafka o de Orwell.
Dios es misericordioso y por eso sobre nuestra necesidad de juicio decidimos nosotros desde la profunda primera verdad conservada en nuestras almas, desde nuestra más importante herencia y patrimonio. El regazo de Padre es ancho y su amor no tiene fin, pero puede uno considerar a si mismo hijo sin haber hecho esfuerzo alguno, oliendo en el banquete de bodas como mendigo y ladrón. Las palabras del Evangelio entiende él que piensa que no merece escucharlas, con la misericordia no tenemos ningún derecho contar como con algo seguro e ya dado (¡es que para eso hay que ser un sinvergüenza absoluto!).
El hombre
decide aquí y ahora, en esta tierra y en este concreto momento, cuál será su
juicio sobre sí mismo, lo decide desde el vacío de su inseguridad, superando
las rupturas interiores, olvidando sobre las convenciones y convenios que
convirtieron su vida en el proceso mecánico y absurdo, apoyándose en su fe,
amor y esperanza. Los hombres honestos en necesaria cantidad para un tribunal
podemos no encontrar nunca, en esto soy más escéptica que Simone, pero esto no
aplaza nuestro propio juicio sobre nosotros mismos. Debemos juzgar nuestras
palabras y acciones, el recorrido de una accidentada vida, sin la menor
tentación caer en la desesperación. Nos condenamos a nosotros mismos, pero el
amor nos van a aportar los que nos rodean, a quiénes nosotros importamos de
verdad, quienes no imaginan su vida sin nosotros. “Amar de verdad es decir tu
no vas a morir nunca” y esto ya está hecho para todos con la Resurrección
de Cristo, nos quedan las vidas y muertes individuales, las lecturas de periódicos,
el tedioso quehacer de cada día que corre acelerado hacía su última meta, lleno
de soledad y miedo. Que más te rodeen, más soledad sientes, que más te hablen,
más profundo esta el silencio. Weil piensa que un diario puede decir verdades y
mentiras importantes, yo, como antaña periodista, no creo en este poder de la
palabra humana. Puedes leer y escuchar mentiras y, sin embargo, saber la
verdad. Cristo no contó ninguna noticia concreta, sino demostró la verdad. Aquí
el problema se basa no en la falta o en el exceso de la información (que
también es un lió babilónico), sino en el hecho de tener fe en la persona y el
amor hacía ella, no confianza para la fianza bancaria, sino fe en su bondad y
belleza: Timor non est in charitate: sed perfecta charitas foras mittit
timorem, quoniam timor poenam habet: qui autem timet, non est perfectus in
charitate (1 Io, 4-18). A la plena perfección de amor quizá no llegaremos
nunca, pero teniéndola como meta podemos disminuir nuestros temores de juicios
propios y ajenos, como también vanas esperanzas que alguien en periódico, en la
calle, de la cátedra nos va a aportar la absoluta verdad y seguridad. La
abundancia de la información solo cree estupor y miedo ante mundo, seguridad
aporta el amor, el directo contacto con la persona, la mirada no confundida por
falsos espejos de profecías y adivinaciones.
MANSEDUMBRE
“Radiantes pensamientos, ilustres
acciones, constancia, fidelidad, generosidad y noble honradez, son las gemas de
los espíritus superiores” (Thomas Browne)
¡Qué poco se utiliza esta hermosa
palabra! y es uno de los valores asociados a la virtud cardinal de la templanza, ya que modera la ira, controlando los impulsos cuando
estamos enfadados. Voy a llamarla “el
imperio de la paz”, ya que logra dominar al individuo, no perdiendo la
calma ante acontecimientos imprevistos que obnubilen su corazón.
No obstante como a la mansedumbre se la representa siempre
por la oveja, se puede pensar que la persona de carácter no es mansa…equivocación, craso error, el manso no asiente
sin más lo que otros creen, es consciente de las discrepancias y los ajustes
que la vida introduce en el mundo, pero a la vez, está seguro que todos los
males que asolan el planeta Tierra no
pueden apagar la pavesa de bondad, que humea en el corazón de cualquier ser
humano.
No es cobarde e incapaz de
enfrentarse al “dedo impositor”,
soporta con ánimo tranquilo ¡tantas contradicciones! que por lógica no deberían
surgir, pero que ahí están. Por la gran capacidad que tiene ante la frustración
se hace clemente.
Quiero, y saben los que me siguen,
que me gusta dar el origen griego o
latino de las palabras. Ésta es griega y procede de “praotes” que significa: disposición
tranquila y equilibrada de espíritu, manteniendo las emociones bajo control.
Le ilustro con una imagen que
todos conocemos: el buey es un animal
muy manso, pero a la vez muy fuerte, la
persona mansa, no se ve afectada por las
alabanzas, ni por la crítica…allá ellos con sus opiniones.
“Y aquel varón era muy manso, más
que todos los hombres que había sobre la tierra” Números 123.3
Alguien habrá que grite su
nombre, que hable mal, si usted es manso, sabrá lograr que esas opiniones,
muchas veces embellecidas bajo capas de radiante purpurina esconden puñales
mortales cuando menos lo espera, usted se controla y procura que afecten lo menos
posible a su vida biológica y psicológica.
“Todos los que no tienen nada
importante que decir hablan a gritos” (Jardiel Poncela)
Estudiamos Teología cristiana y
deberíamos incluir esta palabra dentro de lo que podríamos llamar “fruto del espíritu santo”
A diferencia de los dones del
Espiritu,conocidos y compartidos por la teología judía, el fruto del espíritu
(Gálatas,5:22-23) es un concepto privativo del cristiano, aparece acuñado por
primera vez en la “epístola de San Pablo a los Gálatas”, donde la mansedumbre
se engalana de otras cualidades como amor, paz,gozo,paciencia,bondad, fe, en el N.T Jesús es mansedumbre a lo largo de
diferentes capítulos que nos relata Mateo, pero no por ser manso dejó de decir
lo que pensaba en cada momento, no por manso dejó de coger el látigo y expulsar
a los que mercadeaban en el templo….
Pablo Neruda tiene un poema que
escribió a los 15 años, donde en verso relata perfectamente, pese a su juventud
lo que es ser manso
Amo la mansedumbre y cuando entro
a los umbrales de una soledad,
abro los ojos y los lleno,
de la dulzura y de su paz.
Amo la mansedumbre sobre todas
las cosas de este mundo.
Yo encuentro en las quietudes de las cosas
un canto enorme y mudo,
y volviendo los ojos al cielo,
encuentro en temblores de las
nubes,
en el ave que pasa y en el viento,
la gran dulzura de la masedumbre
Lo contrario de la mansedumbre es
el orgullo, altivez, egoísmo,
egocentrismo. ¿Que les parece que es ser cruel? mi opinión es que la persona
quiere centrarse en sí mismo, imponerse, que no pasen por encima, osea que
visto psicológicamente, su autoestima está baja
Por ello es respondón se cree
importante, le cuesta perdonar…
Lo que deseo destacar para el
cristiano es que sobre la mansedumbre da su imagen la persona y es fundamento
de teología moral. El cristiano ha de orientar su vida hacia la caridad,
bondad… y en concreto hacia la mansedumbre y esta ha de ser su disposición
natural, no forzada, ya que entonces no vale ninguna de las virtudes mencionadas.
¡Claroque fallamos! ¡y todos los días! Levantémonos más fortalecidos de cada
tropiezo, de cada duda, de cada momento que en silencio gritamos al mundo.
Busquemos imitar a Jesús. Yo sé con cuanta frecuencia, callar es el grito mas
intenso.
¿Dónde está tu hermano?
Juan Antonio Mateos Pérez
Esta es la pregunta. Se habla últimamente mucho en la polis de libertad, apenas de igualdad
y nada de fraternidad. Además, la libertad y la igualdad se han plasmado en los
códigos de derecho, son bandera de los derechos humanos, pero la fraternidad no. Yo me pregunto si se puede
construir una sociedad más justa sin la pregunta por el otro, de cerca o de
lejos, de este momento o del pasado. Es una meta silenciosa, así lo pensaba W. Benjamin
donde quería que tuviéramos un encuentro en el presente con todas las víctimas
de la historia. Pensaba que la historia es discontinua y se apodera de la tradición
de los oprimidos, ya que mientras la causa de los vencidos no triunfe, los vencedores
de antaño seguirán causando víctimas, nuevas víctimas. Propone una solidaridad
intergeneracional, las causas nobles de las generaciones pasadas permiten
superar las injusticias que se comenten contra las actuales. Y ellos no han muerto
en vano si su causa triunfa en la posteridad. Benjamin no quiere salirse de la
historia, pero M. Horkheimer le hizo notar que su afirmación era de índole
teológica. Ambos parece que se pusieron de acuerdo, que para encender en el
pasado la chispa de la esperanza, era necesario que verdugo no triunfe sobre las
víctimas, si eso era teología, bienvenida sea tal teología.
Vivimos en un mundo globalizado, nos comunicamos como nunca,
avanzamos en medicamentos y en soluciones para curar muchas enfermedades. ¿Pero
realmente somos hermanos? Ahí están golpeando nuestra conciencia y nuestro
corazón, los más necesitados y que agonizan de hambre, las guerras olvidadas de
Sudán, Nigeria, Mali o Siria, los abandonados África subsahariana o los que están
saltando la verja. El anuncio de la
fraternidad parece que todavía está esperando respuesta como afirmaba Sartre.
El antiguo filósofo marxista Roger Garaudy sostiene que
para realizar la fraternidad humana es necesario apoyarse en Dios, Padre de
todos. Me pareció muy interesante aquella obra de J. Ratzinger, la fraternidad cristiana, donde la
fraternidad cristiana, se basa esencialmente en la fe, superando toda relación de
parentescos, de ciudadanías o de relaciones de hermandad en la Polis. Es un camino nunca
concluido, donde vamos creciendo en el amor de Dios y liberándonos de muchas
esclavitudes, incluso de nosotros mismos. Somos hermanos, ya que todos somos
hijos (imágenes) de Dios, o al menos estamos llamados a serlo. Así lo entendió
Jesús, que llamó hermanos a todos los hombres sin distinción. González Faus, en
su obra la humanidad nueva, nos recuerda que somos hermanos
en la forma de estar llamados a serlo…la fraternidad como una especie de
fermento depositado en la humanidad y que tiende a desarrollarse haciéndola crecer.
Así la filiación divina y la fraternidad humana estan muy
interrelacionadas entre sí, y el mayor mal se da cuando llamamos a Dios Padre y
nos olvidamos de nuestros semejantes. No podemos construir la fraternidad desde
las desigualdades, desde la abundancia de unos y la miseria de la mayoría. Nos
recordaba monseñor Romero, que la sangre y la muerte del hermano, toca el mismo
corazón de Dios. También Jon Sobrino subrayaba que el acceso al Dios mayor, se produce
en el contacto del dios menor, de los pequeños, de los crucificados, de las
víctimas.
Como cristianos, nuestra llamada a la fraternidad nos
llama a la justicia como la presentaron los profetas del Antiguo Testamento,
como la presentó Jesús de Nazaret. Esta justicia es fraternidad con los pequeños, nos llama a participar en
procesos de liberación personales y comunitarios, a discernir los acontecimientos y las injusticias, a
levantar la voz profética, abrir espacios para lo imposible y no olvidar la historia
de misericordia y salvación.
"El hombre está habitado por silencio y vacío.
¿Cómo saciar esta hambre,
cómo acallar este silencio y poblar su vacío?
¿Cómo escapar a mi imagen?
Sólo en mi semejante me trasciendo,
Sólo su sangre da fe de otra existencia"
Octavio Paz, "El prisionero", Libertad bajo palabra
Her
El atril
Blog de: Fray Antonio Praena Segura, OPsábado, 01 de marzo de 2014
Spike Jonze
es un director que no se pone tras la cámara si no es por un proyecto
arriesgado y con vocación de no dejar indiferente. También por eso tiene
tantos detractores como admiradores.
En esta ocasión su propuesta es “Her”, una película en la que un solitario Joaquin Phoenix,
un hombre que tras su fracaso matrimonial piensa que ya no volverá a
sentir nada nuevo y a quien sólo le queda ver pasar los días con total
indiferencia, se enamora de un sistema operativo programado para
convertirse en su compañera ideal y para ir acomodándose a la
personalidad de su enamorado hasta llegar a hacer de la suya una
relación con todas las características de la realidad.
La
historia trascurre en un futuro cercano, pero en realidad nos habla de
nuestro presente, de un presente en el que la soledad, el fracaso de las
relaciones personales y la incomunicación van convirtiendo las
relaciones virtuales en un refugio humano.
Ese es el
acierto de la película, ponernos ante los ojos una verdad en la que
reconocer no sólo lo equivocados que estamos al consolarnos con el alto
número de “likes” que alcanzamos en Facebook o el número de veces que
somos retuiteados, sino hasta qué punto huimos de la realidad más
cercana e interpelante refugiándonos en las nuevas tecnologías.
Pero el
problema no está en las tecnologías ni en su potencial para sustituir al
amigo acomodándose perfectamente a nuestras necesidades, sino en
nosotros mismos. Por eso “Her” es, ante todo, una incursión en el amor y
en el factor diferencial humano.
En este
sentido, Jonze lleva las cosas al límite: esta relación amorosa con un
sistema operativo es tan perfecta que incluye la imperfección. El
conflicto, las discusiones, los desencuentros están presentes y toman un
cariz bien real. El protagonista sufre las cosas que hay que sufrir en
una relación amorosa. Pero esta se reconduce, se estabiliza en el
momento que tiene que hacerlo, unas veces por iniciativa del
protagonista, otras por iniciativa de la chica. Nunca, evidentemente,
pesa sobre ella la verdadera grandeza del amor: su debilidad, su
naturaleza amenazada y frágil. En esta cinta la posibilidad del daño y
del dolor es sólo un elemento programable, nunca algo realmente
irreversible.
La
muerte, en una palabra, no ejerce su amenaza sobre este amor, como sí la
ejerce, como sí es realmente posible el “se acabó” para siempre, en el
amor real.
Quizá el
diferencial humano no sea otra cosa que el estar siempre midiéndose
contra la muerte y la finitud, contra las que, sin embargo, la libertad
se afirma como verdadera libertad, el amor como amor verdadero y la
humanidad como humana. En el “pese a todo”, el “contra todo” tiene la
soledad que nos rodea –quizá no se ha dado cuenta- otro factor
impredecible: puede abrir en sí misma una puerta de libertad. Puede
ponerse en escena, hacerse arte, contemplarse y, de este modo, no
concederse a sí misma la última palabra.
Enriquecernos con su pobreza
Nihil Obstat
Blog de: Martín Gelabert Ballester, OPdomingo, 02 de marzo de 2014
El
lema del mensaje cuaresmal del Papa está tomado de unas palabras de San
Pablo: Cristo se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su
pobreza. Estas palabras no son una descripción del modo como funciona el
perverso sistema capitalista, en el que unos pocos se enriquecen a
costa de la pobreza de muchos. Aquí no se dice que a Cristo le
despojaron de unos bienes que se había ganado, para que otros se
aprovechasen de su trabajo y de su sudor. Tampoco se dice que Cristo era
una persona generosa que entregó parte de lo que tenía y se hizo un
poco más pobre, para que otros pudieran hacerse un poco más ricos. Aquí
no se trata de quitar a uno para que otros tengan. Así funciona el
mundo. Pero la lógica de Dios, reflejada en Cristo, es totalmente
distinta y, por eso, sorprende.
Lo que San Pablo dice es que Cristo,
siendo rico, voluntariamente se hizo pobre por nosotros, para que
nosotros nos enriqueciéramos con su pobreza. ¿De qué riqueza y de qué
pobreza se trata? La riqueza de Cristo es su “ser de condición divina”.
Pero en Cristo se revela que lo divino es el amor: Dios es Amor. Por
eso, también dice San Pablo que Cristo era rico en misericordia. Así se
explica que, siendo Amor lleno de misericordia, se despojase de su
condición para igualarse al ser humano. Porque Dios ama a la criatura
humana, su mejor obra, como no se puede amar más. El auténtico amante
quiere ser como el amado. De ahí que el Dios amante, en Cristo, se
despoja de todo lo que le separa de su amado humano para estar al lado
del amado. Este es el sentido de su hacerse pobre. Y al hacerse pobre
por amor, nos enriqueció con su amor, nos lleno de su amor. El amor es
la mayor riqueza, lo que siempre permanece, lo que colma al que lo
tiene.
Si no se hubiera hecho pobre, no hubiera
podido llegar hasta nosotros. Su pobreza es nuestra riqueza. Su
despojarse de la categoría de Dios es la posibilidad de que nosotros
podamos hacernos divinos. Ser como Dios ha dejado de ser una misión
imposible, una vez que, en Cristo, Dios ha querido ser como el hombre.
En la Cruz aparece el mayor despojamiento, pero también el amor más
grande. En la mayor pobreza aparece la mayor riqueza, en el total
despojamiento se da la máxima ganancia. En esta cuaresma estamos
invitados a contemplar este misterio de amor. A contemplarlo y a
dejarnos interpelar por él, a cambiar como consecuencia de la
contemplación. Un modo de comprobar si el cambio es efectivo es
solidarizarnos con los pobres de este mundo, con aquellos con los que
Cristo se identifica. El único modo de ser solidario con todos es
haciéndose pobre. La pregunta es: ¿quiero yo identificarme con Cristo?
El “mañana” de Dios
Fray Gustavo Sanches Gómez, OP
Cuando el
Catecismo de la Iglesia Católica trata el tema de la providencia divina afirma
que: “hay una soberanía absoluta de Dios en el curso de los acontecimientos” (n
303), lo cual recoge como testimonio de aquello que se encuentra reafirmado a
lo largo de toda la sagrada Escritura. Este Señor de la historia es al que
adoramos porque a Él están sometidas todas las cosas. Pero, ¿cabe la
posibilidad de pensar en un “mañana” de Dios? Pues a esto parece querer referirse
el Evangelio de este domingo.
Repetidamente Jesús lanza a sus discípulos la exigencia clara, determinada y prevista para un “servidor de Cristo y administrador de los misterios de Dios”: no se inquieten. Por tres veces repite la frase, una para referirla a la vida, otra dirigida a la preocupación por los alimentos y los vestidos, y otra señalada hacia el mañana. En ello descubrimos una sucesión, pues aprovecha más a la vida el alimento que los vestidos. Sin embargo, “¿no vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?”.
Las inquietudes de esta vida vienen de nuestro apego a las cosas. Todos los maestros de espiritualidad repiten siempre la necesidad de purificación en el cumplimiento de nuestros apetitos. San Juan de la Cruz nos recuerda, en estas Letrillas cómo ha de alcanzarse la suma de la perfección:
Repetidamente Jesús lanza a sus discípulos la exigencia clara, determinada y prevista para un “servidor de Cristo y administrador de los misterios de Dios”: no se inquieten. Por tres veces repite la frase, una para referirla a la vida, otra dirigida a la preocupación por los alimentos y los vestidos, y otra señalada hacia el mañana. En ello descubrimos una sucesión, pues aprovecha más a la vida el alimento que los vestidos. Sin embargo, “¿no vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido?”.
Las inquietudes de esta vida vienen de nuestro apego a las cosas. Todos los maestros de espiritualidad repiten siempre la necesidad de purificación en el cumplimiento de nuestros apetitos. San Juan de la Cruz nos recuerda, en estas Letrillas cómo ha de alcanzarse la suma de la perfección:
Olvido de lo
creado;
memoria del Creador;
atención a lo interior;
y estarse amando al Amado.
memoria del Creador;
atención a lo interior;
y estarse amando al Amado.
En nosotros se
encuentra la sucesión del tiempo, hemos sido creados en estado de vía como
seres que caminan hacia su perfección última. Pero en Dios –como lo explica
Santo Tomás de Aquino- “no hay nada que esté orientado a un fin, ya que El
mismo es el último fin” (ST 22, 1). Él es nuestro fin, es nuestra felicidad, es
–en este sentido- nuestro mañana. Es Aquel que “sacará a la luz todo lo que
está oculto en las tinieblas y manifestará las intenciones secretas de los
corazones”, tal como escribe Pablo a los corintios.
Quienes van
detrás de vanas preocupaciones no siguen a Dios, ni lo sirven de corazón. Por
esto Jesús insiste en que nadie puede servir a dos señores, Dios o el dinero.
Si servimos a Dios y lo seguimos sólo a El entonces se nos darán las demás
cosas por añadidura. Esto nos lo ha prometido el Señor, y además nos ha pedido
que mantengamos siempre el recuerdo de esta promesa en la oración que nos
enseñó a dirigir al Padre: “danos hoy nuestro pan de cada día” (Lc 11, 3).
Pero para que no quedáramos sumergidos en el mero deshacimiento de las cosas de este mundo nos manda a buscar en esta vida “el Reino de Dios y su justicia”. Pues, por su infinita bondad, Dios ha otorgado al hombre la dignidad de la causalidad. Esto es, la capacidad de ser causa en el orden que le corresponde usando del don misterioso y maravilloso a la vez de la libertad. Seguros debemos estar que el Padre de los cielos sabe bien lo que necesitamos.
Un servidor y administrador digno de Dios es aquel que no tiene ninguna de estas preocupaciones mundanas o, acaso, una sola: la preocupación de buscar el Reino valiéndose de lo único que se le pide, es decir la fidelidad. Jamás podríamos evadirnos de esa mirada que vela por nuestras necesidades y que igualmente nos reprueba cuando torcemos el camino. “Todo está patente y desnudo a los ojos de Aquel a quien daremos cuenta” (Hb 4, 13).
Todo se encuentra atendido por el Padre, los pájaros del cielo, la hierba de los campos, hasta los “hombres de poca fe”. El “mañana” de Dios es el hoy de su eternidad, de su inagotable providencia, de su inigualable amor. Aun así, el hombre es capaz de hacer suyas las palabras que el profeta Isaías proclama de parte de Sión: “el Señor me abandonó, mi Señor se ha olvidado de mí”. Pidamos al Señor que estas palabras de reproche nunca tengan asiento en nuestro corazón, porque aunque así lo experimentemos a veces el mismo Señor prueba su infinito amor con las palabras que responde ante el reclamo del hombre: “¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!”.
Pero para que no quedáramos sumergidos en el mero deshacimiento de las cosas de este mundo nos manda a buscar en esta vida “el Reino de Dios y su justicia”. Pues, por su infinita bondad, Dios ha otorgado al hombre la dignidad de la causalidad. Esto es, la capacidad de ser causa en el orden que le corresponde usando del don misterioso y maravilloso a la vez de la libertad. Seguros debemos estar que el Padre de los cielos sabe bien lo que necesitamos.
Un servidor y administrador digno de Dios es aquel que no tiene ninguna de estas preocupaciones mundanas o, acaso, una sola: la preocupación de buscar el Reino valiéndose de lo único que se le pide, es decir la fidelidad. Jamás podríamos evadirnos de esa mirada que vela por nuestras necesidades y que igualmente nos reprueba cuando torcemos el camino. “Todo está patente y desnudo a los ojos de Aquel a quien daremos cuenta” (Hb 4, 13).
Todo se encuentra atendido por el Padre, los pájaros del cielo, la hierba de los campos, hasta los “hombres de poca fe”. El “mañana” de Dios es el hoy de su eternidad, de su inagotable providencia, de su inigualable amor. Aun así, el hombre es capaz de hacer suyas las palabras que el profeta Isaías proclama de parte de Sión: “el Señor me abandonó, mi Señor se ha olvidado de mí”. Pidamos al Señor que estas palabras de reproche nunca tengan asiento en nuestro corazón, porque aunque así lo experimentemos a veces el mismo Señor prueba su infinito amor con las palabras que responde ante el reclamo del hombre: “¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!”.
¡No permitas
Señor que yo me olvide de ti,
que me olvide de tu promesa de no olvidarte de mí;
que me acuerde de ti, olvidándome de mí!
que me olvide de tu promesa de no olvidarte de mí;
que me acuerde de ti, olvidándome de mí!
No seáis como los hipócritas
Que
en este tiempo de Cuaresma que empezamos nos preguntemos lo mismo que
aquel maestro: ¿Sabéis cómo medir cuando empieza el día? Cuando al mirar
el rostro de un hombre cualquiera, ves que es tu hermano.
Las palabras de Jesús al comienzo de la
Cuaresma son claras y nos muestran un camino de autenticidad en un mundo
que ve normal vivir desde las apariencias.
El evangelio de Mateo nos presenta las
tres formas de piedad que los judíos practicaban en relación a la ley:
la limosna, la oración y el ayuno. Jesús asume estas formas de piedad,
pero al mismo tiempo las critica. No tienen ningún sentido si no son
realizadas por ellas mismas, sino para que sean ensalzadas por los
demás. « Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano
izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y
tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis
como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y
en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente.»
...Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha...
La limosna debe darse de modo que la
mano izquierda no se entere de lo que hace la derecha. Yo doy porque
debo hacerlo, y renuncio a contabilizar mi ofrenda y a envanecerme de
ello. Jesús remite continuamente al secreto: la limosna y el ayuno deben
hacerse en secreto. Los buenos actos no sólo deben permanecer ocultos
ante los hombres, sino también ante el ego personal. No debo hacer el
bien para ser juzgado por ello. A nuestras obras no les debe acompañar
el juicio interior. Deben, simplemente, fluir de nosotros, ya que es lo
propio, y no hacer que nos pongamos por encima de los demás gracias a
nuestro buen modo de actuar.
Actualmente parece lógico que todos
queramos tener una casa más cara, un coche con más prestaciones, una
tele más grande o un móvil de última generación. Y acostumbramos a
valorar a las personas por lo que tienen, por su inventario de
pertenencia. Su valor es directamente su fortuna. Esto tiene una
consecuencia inmediata: aquellas personas que quieren ser valoradas,
además de rodearse de cosas admiradas por la gente, están muy pendientes
de que sus buenas acciones sean vistas por todos. A los ojos de Dios y
del corazón esto no significa nada. Es importante saber edificar las
amistades sobre roca y no sobre arena, para así evitar ser adulados y no
nos hagan creer que aquellas cosas anodinas realmente tienen valor.
Esto puede llevarnos un esfuerzo y tiempo pero no es imposible.
La oración debe llevarse a cabo en la
habitación, con la puerta cerrada: «Ora a tu Padre, que está en lo
secreto». No se trata sólo de la habitación externa, de la que oculta mi
oración a las miradas de los demás, sino también de la estancia
interior en la que me debo recluir para orar: es la estancia del
corazón. La verdadera oración resuena en la habitación oculta de mi
corazón. Orar significa, para Jesús, presentarse ante Dios en lo oculto
del corazón. El Padre ve en lo secreto. Cuando le presente las cosas,
las iluminará con la luz del amor y las transformará. Esto significa que
yo también presento ante Dios aquello que está oculto para mí, mi
inconsciente. La luz de Dios tiene que caer en el fondo de tu alma para
que todo en mí sea tocado y transformado por Dios.
...entra en tu cuarto, cierra la puerta, y ve a tu Padre que te espera en lo escondido..
La oración de los discípulos de Jesús no
debe consistir ni en palabras interminables ni en la verborrea de los
gentiles. No hay que pretender resultados forzando a Dios con violencia
para que realice una acción determinada. «Cuando ayunéis, no andéis
cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a
la gente que ayunan…» Antes al contrario, la oración de los cristianos
brota de la confianza más profunda en que Dios sabe lo que el hombre
necesita. «Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la
cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está
en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará.»
Precisamente en el centro de esa sabiduría de la oración cristiana es donde Mateo sitúa el Padrenuestro. En esta oración de Jesús se experimenta a Cristo, que es la verdadera oración. Pero, al mismo tiempo, tal y como lo demuestra el Padrenuestro al estar situado en medio del sermón de la montaña, el cristiano experimenta en esta oración quién es él en lo más profundo: es hijo e hija de Dios. Aquí experimenta lo que demuestra con su actitud, lo que refleja su ser más profundo.
Que en este tiempo de Cuaresma que
empezamos nos preguntemos a nosotros mismos como aquel viejo maestro,
que preguntó a sus discípulos: «¿Quién sabe cómo distinguir el momento
en que termina la noche y empieza el día? Y sus seguidores fueron
contestando: «Yo diría, empezó uno, cuando viendo un animal de lejos, no
se puede distinguir si es oveja o perro»; «empieza el día, dijo otro,
cuando viendo de lejos un árbol, no se puede decir si es un peral o un
manzano»… Pero el maestro siempre negaba con la cabeza, hasta que dijo:
«¿Sabéis cómo medir cuando empieza el día?: cuando al mirar el rostro de
un hombre cualquiera, ves que es tu hermano; si no, cualquiera que sea
la hora, será siempre de noche.
Que el Señor cree en mí un corazón puro y me renuévame por dentro con espíritu firme en este tiempo cuaresmal. Amén.
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